PRESIDENTE DE LA DIPUTACION DE CACERES

Celebrar el 8 de septiembre supone una profunda satisfacción para los hombres y mujeres de esta tierra. Es éste un día que nos hace sentir orgullosos de lo que somos y que nos aglutina en torno a nuestras peculiaridades y a nuestros signos de identidad. Es también un día en el que aflora nítidamente nuestra autoestima al tiempo que nos reafirma a todos en nuestro compromiso individual y colectivo con Extremadura.

Hasta hace poco los discursos institucionales, los editoriales de la prensa y cualquier otro análisis suscitado por este día, de una forma u otra, abundaban en referencias a nuestro pasado. Se hablaba con frecuencia de nuestra situación de desventaja frente a otras comunidades o de la necesidad de modernizar y vertebrar Extremadura, y se ponía el acento en nuestra capacidad de autogestión a la vez que se reivindicaban competencias. Sin embargo, en los últimos años, se alude mucho más al presente y al futuro y, cuando se mira hacia el pasado, generalmente es para constatar las transformaciones experimentadas por nuestros pueblos y ciudades.

Que esto ocurra, además de constituir otro motivo de satisfacción, nos proporciona una oportuna y precisa fotografía del momento que vive nuestra tierra. Y es que, pese a las dificultades económicas que en la actualidad padecen todos los países y regiones de nuestro entorno europeo, Extremadura vive un período decisivo de su Historia que definirá en gran medida su evolución a lo largo del siglo XXI.

Pero llegar hasta aquí no ha sido fácil; y sin la participación activa y solidaria de los ciudadanos, simplemente habría sido imposible. Ahora, el objetivo es situarnos entre las comunidades que en Europa disfrutan de mejores prestaciones y mayores niveles de calidad de vida, lo cual sólo será posible si todos los extremeños y extremeñas seguimos manteniendo el compromiso cívico que nos ha permitido superar en unos pocos años situaciones de marginalidad seculares y más que patentes.

Por mi parte, no tengo la menor duda de que nuestra tierra se encuentra en condiciones de asumir este reto porque ha sabido asentar unas bases sólidas de desarrollo desde la unidad y la cohesión.

En cualquier caso, de lo que se trata no es de acreditar si somos o no somos capaces de gestionar nuestros recursos, que eso quedó bien demostrado en estos años, sino si estamos dispuestos a seguir sumando iniciativas individuales y colectivas para configurar esa Extremadura del bienestar y la calidad de vida tantas veces imaginada; esa Extremadura que, finalmente, ha de dejar de ser un anhelo y mostrarse como una realidad cotidiana.

Se trata, por tanto, de continuar aunando todas nuestras energías y capacidades, todas nuestras ideas y voluntades, porque todas son necesarias para seguir avanzando por la senda del progreso. Es verdad que en las tres últimas décadas han mejorado ostensiblemente nuestra economía y nuestros servicios, que han aumentado nuestras infraestructuras y que se han ampliado nuestros equipamientos; sin embargo, la tarea aún no está concluida y culminarla exitosamente requiere sobre todo que sigamos aportando lo mejor de nosotros mismos y poniendo en valor nuestro patrimonio humano. Estoy seguro de que así será y de que dentro de un año, en esta misma fecha, estaremos celebrando nuestra fiesta y nuestro Día, pero también que nuestro sentido de la unidad y del compromiso nos ha permitido dar un nuevo y significativo paso hacia esa Extremadura más avanzada, más moderna y más próspera que todos deseamos.