A finales de año los médicos del sistema público español habrán extendido más de 1.000 millones de recetas, lo que supone una media de 21 recetas por persona y año. Y en estas cifras no entran las prescripciones farmacológicas intrahospitalarias, ni los medicamentos recetados por médicos de aseguradoras privadas, ni los fármacos que no requieren receta médica para su adquisición. Según un informe del gobierno británico, en el que se analizaron el consumo de 14 tipos de medicamentos en 14 países del primer mundo, España ostenta la segunda posición, detrás de Estados Unidos y seguida de Francia, Dinamarca y Australia, por este orden.

En cuanto al tipo de fármacos, Estados Unidos mantiene su liderazgo en consumo de antipsicóticos, medicinas para la demencia, artritis reumatoide y congestión respiratoria, y España la segunda posición. Pero en consumo de medicamentos para la osteoporosis, España encabeza el ránking, es el segundo país en fármacos para la Hepatitis C y terapias hormonales contra el cáncer y el tercero en antipsicóticos, fármacos para la demencia y cáncer de más de 10 años.

El estudio del gobierno británico solo analiza medicamentos para enfermedades graves --esclerosis, cáncer, hepatitis...-- dejando otros tan de uso común como los analgésicos o los antiinflamatorios. Sí incluyen las estatinas, un grupo de fármacos para reducir el colesterol cuyo consumo se considera excesivo en los países analizados y que, sin embargo, sitúa a España en la décima posición, a pesar de que, paradójicamente, en nuestro país este tipo de fármacos encabeza la lista de los más recetados. Y en cuanto a los anticancerígenos, el consumo español es alto pero sobre todo de las medicinas más antiguas y de las terapias preventivas por encima de fármacos de última generación.

Algunos analistas han visto en este estudio un fallo de nuestras políticas sanitarias, que valoran el diagnóstico médico en función del recetario y no de las recomendaciones preventivas. Lo cierto es que en algunos casos el exceso de consumo de medicinas no implica una mayor calidad de la atención médica en el país, ni el defecto, lo contrario --según el análisis que del informe ha hecho la revista Nature--. Para ciertas enfermedades el alto consumo puede indicar fallos en la prevención, pero en otras significa que los pacientes están recibiendo el mejor tratamiento posible.

Quien no entra en este debate es el ministerio de Sanidad, más preocupado por reducir el gasto farmacéutico --12.693,7 millones de euros al año sólo en recetas facturadas al Sistema Nacional de Salud-- que el exceso de consumo.