Desde hace treinta y dos años celebramos el Día de Extremadura cada 8 de septiembre, coincidiendo con la festividad de la Virgen de Guadalupe. Así lo firmó el presidente Rodríguez Ibarra aquel 25 de mayo de 1985.

Desde entonces, ya en Trujillo, Guadalupe o Mérida, reconocemos con la Medalla de Extremadura a aquellas personas, asociaciones o instituciones que representan lo mejor del pueblo extremeño. Propuestas realizadas por los ciudadanos, que muestra la identidad, el valor y el orgullo de pertenecer a esta región.

En estos últimos treinta años, muchos son los cambios que se han producido en Extremadura, muchas han sido las idas y venidas, las batallas libradas con el Gobierno central, con los Presupuestos anuales o con la Deuda Histórica. Sin embargo, creo firmemente que la importante evolución de esta tierra es fruto de la constancia y del esfuerzo de los extremeños y las extremeñas. Ciudadanos que se han ido labrando su futuro día a día, agricultores y ganaderos que trabajan sin descanso, pequeños empresarios que apuestan por esta tierra porque quieren vivir aquí. A todos ellos y a todas ellas, gracias. En especial a ellas, con las que estamos en deuda.

En estas tres décadas han sido 94 los extremeños reconocidos con la Medalla de Extremadura, solo el 12% de los que la recibieron fueron mujeres. Más que un dato, es un reflejo de la sociedad.

Una sociedad que lleva demasiado tiempo sin reconocer al 50% del talento y la capacidad de Extremadura, que son ellas.

Confío en que el cambio educativo que está teniendo lugar en la región, transforme esta realidad, lo que significará que las mujeres estarán en la toma de decisiones, allí donde se cambian las cosas.

Extremadura es una tierra fuerte, donde hoy y siempre, debemos reivindicar con orgullo nuestro sentir. No hay logro más satisfactorio que aquel que se consigue entre todos. Por eso, sigamos apostando por una sociedad inclusiva, por unos servicios públicos de calidad acordes a las nuevas realidades sociales, sin distinciones. Porque una sociedad justa es una sociedad equitativa; porque son las personas las que pagan impuestos, no los territorios., España está en deuda con Extremadura en materia ferroviaria.

Extremadura necesita el AVE ya. No podemos seguir con un tren del siglo XIX, no podemos seguir permitiendo que los extremeños tarden, en el mejor de los casos, casi siete horas en llegar a la capital de España. Eso si no hay averías, incendios, cambios de convoy o infinitas paradas en medio de la nada. Ya está bien. Exigimos al Gobierno de España un tren del siglo XXI para Extremadura. Nuestra paciencia se agotó.

Somos referentes en muchas realidades y debemos proyectarlas sin dejar de reivindicar proyectos que son justos, que necesitamos y que nos harán más competitivos: la mejora en las comunicaciones, la alta velocidad, el apoyo a la investigación, a la innovación, al desarrollo o a la industrialización.

Extremadura tiene que estar preparada para aprovechar las fortalezas inherentes a esos cambios en beneficio del conjunto de la sociedad. Para ello, lo más importante es disponer de un diagnóstico claro que nos ayude a establecer sinergias y buscar aliados que colaboren en nuestro desarrollo. Y para llevar a cabo este cometido, necesitamos sumar talento e implicar a las personas que más saben, además de impulsar y atraer nuevas ideas y proyectos a Extremadura. Es decir, una apuesta por la inteligencia y el reconocimiento colectivo.

En esta región tenemos importantes competencias que tienen que ver con la salud, la dependencia, la educación, la cultura, el medio ambiente, el desarrollo rural, las políticas activas de empleo y todas ellas necesitan ser suficientemente dotadas para que Extremadura converja con el resto de las comunidades en igualdad de condiciones. Entre otros motivos, porque para hacer frente al reto demográfico de nuestra región necesitamos también respuestas integrales, dotadas económicamente, que puedan ser sostenidas en el tiempo y contextualizadas en un mundo que cambia rápidamente.

Esos son los desafíos que tenemos como región. No son tiempos para alardear virtudes ni hablar de triunfalismos políticos, se trata de seguir trabajando por y para Extremadura. Nuestra región es una tierra grande que, llena de historia y de recorrido, hacen de ella una tierra única. Una identidad que cada 8 de septiembre reafirmamos, sentimos y reivindicamos, siendo, al mismo tiempo, españoles y europeos.

Tengo claro que Extremadura, con sus provincias Cáceres y Badajoz, sus ricas comarcas y sus municipios es el mejor engranaje de una tierra amable y diversa, donde la bandera que nos une no solo es la institucional, sino también la de la igualdad de oportunidades.

Seamos capaces de ver más allá de nuestros propios ojos y creamos, de una vez por todas, en nosotros y nosotras, en nuestra tierra, en Extremadura.

No somos más que el tiempo que nos ha tocado vivir, aprovechémoslo y avancemos juntos.

Feliz Día de Extremadura.