todo emprendimiento, conlleva un riesgo. Tienes una visión, una idea, un sueño… y enfocas todas tus energías para ponerlo en marcha y tener éxito… decides apostar por trabajar para ti mismo, y tienes la incertidumbre de si estarás haciendo lo correcto o te estarás complicando la vida demasiado. Pero yo siempre he tenido la vocación de hacer negocios.

A los 14 años dejé el colegio, pero sin embargo, siempre estaba viendo oportunidades de negocio. Me fijaba constantemente en quién prosperaba, qué era lo que hacía, y cómo lo hacía. Trataba de asimilar por qué a unos les iba bien, y a otros mal.

Luego realmente no he dejado de aprender en mi vida: a menudo con formación específica por algún experto sobre el tema que en ese momento me quitase el sueño, mucha lectura autodidacta de gurús y grandes profesionales del mundo empresarial y, sobre todo, siendo muy observador y preguntando siempre mucho. Es una frase que les he trasladado a menudo a mis hijos: si no sabes, pregunta, no te dé vergüenza o miedo preguntar.

Para ser empresario hay que ser valiente, nadie nace sabiendo. Una empresa es un camino, nunca puedes dejar de andarlo, y te encuentras subidas y bajadas, buenos y malos compañeros de viaje, lugares agradables por el camino y otras veces no tanto, pero siempre tienes que mantener el objetivo en mente, el hacia dónde vas y dónde quieres llegar.

Todo aquel que en algún momento ha sido emprendedor, autónomo o empresario, conoce muy bien las dificultades que esto acarrea, y la pasión y dedicación que a su vez exige, pero por lo general, con buenas ideas y trabajo continuo, acaba mereciendo la pena. Pero te tiene que gustar lo que haces, y a mí siempre me ha encantado a lo que me he dedicado. Yo digo que yo no trabajo porque realmente disfruto con lo que hago.

Hace ya más de 20 años, recibí el Premio al Empresario del Año 1997 de El Periódico Extremadura. Un cariñoso reconocimiento a mi trayectoria hasta entonces, que no hizo otra cosa que ser un impulso de energía para continuar mejorando.

Desde el principio, una de las principales motivaciones que me llevó a crear mi propio negocio, fue la oportunidad y el valor de poder desarrollar a otras personas. Realmente no puedes llegar muy lejos sin un equipo fiable que te respalde, y precisamente el mayor reto de un empresario, que además es constante, es formar un equipo, orientarlo a los resultados adecuados, mantenerlos motivados en el tiempo y alineados con las metas de la organización. En esencia, liderarlos. Porque solo a la vez que ellos crezcan tú puedes crecer, y crecerá tu empresa.

Es algo muy bonito poder crear puestos de trabajo, y más bonito todavía si logras crear muchos puestos de trabajo: pensar que gracias a ti hay muchas familias que tienen la oportunidad todos los días, y en su tierra, de ganarse la vida, es algo que me llena de profunda satisfacción. Pero es precisamente por ello importante comprender la gran responsabilidad que conlleva el rol del empresario. La responsabilidad continua de mantener en el tiempo el bienestar de todas esas familias. Y hay veces que se tienen que tomar decisiones difíciles, (por mercado, capacidad de una persona en concreto, innovación tecnológica…) pero una empresa tiene que ganar dinero porque solo así se garantiza la viabilidad de la misma en el tiempo, lo que a su vez es la garantía del bien mayor que es la perpetuación de la empresa en el tiempo, con todo lo que eso conlleva. Esta es la gran responsabilidad del empresario.