La preocupación se ha instalado en casa de los Márquez. Temen que esto se les escape de la manos. Y esto no es otra cosa que la popularidad del joven Marc Márquez, el chico Red Bull, el muchacho Repsol, líder del Mundial de 125cc. Papá Julià cogerá hoy su escavadora y se irá a trazar zanjas para que no le falte agua a nadie en Cataluña. El va por delante de los que tirán las tuberias. Y arrasa con todo. Con mimo, pero con todo, sean rocas o muros. Le da igual. En cuanto aparece un pages para protestar, él saca la documentación y les dice "oiga, yo soy un mandao y vengo aquí porque necesitan agua en aquel pueblo". Mamá Roser no faltará a su despacho en la empresa de transporte Cervitrans, de Cervera. Y Alex, el hermano de 14 años de Marc, se machacará en el gimnasio para ver si, algún día, se le parece. "A fe que lo voy a intentar", dice el chaval que, este fin de semana, compite en el campeonato de España en Alcañiz. Allí estará Marc, en el muro. "Va a ser muy bueno, te lo digo", pronostica el nuevo líder del Mundial.

Una gran remontada

"No estoy ni un ápice preocupado", comenta Emilio Alzamora, excampeón del mundo de 125cc y el hombre que ha llevado a Márquez hasta aquí. "Y no lo estoy porque es una familia maravillosa, normal, con los pies en el suelo, en la que todo el mundo sabe qué papel juega y, sobre todo, en la que se respira un ambiente lo suficientemente real como para no perder la cabeza". Los cuatro sabían, perdón, los cinco, Marc, también, sí, que esto iba a ocurrir un día u otro. La rotura del tubo de escape de Xerez, en la segunda carrera de la temporada, puso las cosas más cuesta arriba ("nos pasó lo que a la selección de fútbol, perdió el primer partido del Mundial y todo fue más difícil, pero ahí están", dice Alzamora), pero era evidente que la calidad de Márquez acabaría emergiendo.

Marc se fue ayer a dormir muy inquieto. "Sé que Nico, que me perseguía junto a Pol (Espargaró) y Smith, se ha hecho daño y me duele en el alma que eso haya ocurrido".

Alzamora le dice a Marc que Terol está estable, en la UCI, con dos vertebras fastidiadas, pero controlado. "Nico volverá a estar con nosotros, los tres estamos metidos en un puño, esto solo acaba de empezar", comenta Márquez, que ayer logró que España estirase la lista de victorias consecutivas en el Mundial de la pequeña cilindrada hasta 17 triunfos.

Y lo hizo con Roser encerrada en el camión del equipo, feliz porque su chico ya no necesita llevar plomo en la Derbi para dar el peso mínimo de 160 kilos entre máquina y piloto. "He estado tres años dándole a comer unos riquísimos batidos de fruta, que me costaban un riñón, para que engordase. Ya está, ya ha engordado y crecido, ahora que coma lo que quiera". Roser vive esto con pasión, pero enorme distanciamiento. Julià dice que también, pero miente. Sus gestos le delantan. Ahí le ven, metido en el box del equipo, con los dedos índice y corazón, de ambas manos, cruzados, llamando a la suerte.

Marc, antes de atender hoy a decenas de medios de comunicación que le persiguen, llamará al Hospital General de Catalunya. Y preguntará por Terol. Espera que le digan que mejora. Ojalá sea así.