Manda en el campo. Manda fuera. Manda en todos lados. Mandó Leo en el campo cuando Argentina reclamaba su mejor versión. Mandó con una primera parte soberbia, coronada por un gol exquisito, lleno de matices técnicos inigualables. Mandó hasta en la defensa, ya que vivió en campo argentino durante 28 minutos y 20 segundos de los 90 minutos del partido, transformado en un zaguero más.

Pero no dejó de caminar. Ni siquiera cuando el pánico inundaba a la selección de Sampaoli. Anduvo durante el 81% del partido, convertido, además, en el líder que nunca se había visto. «Es uno de los festejos de gol que más recordaré. Estábamos muertos», comentó recordando el momento en que se arrodilló sobre el césped de San Petersburgo.

Poco antes de iniciarse la segunda parte, reunió a sus compañeros en el túnel de vestuarios y comenzó a hablar. A la derecha de Dios estaba Rojo, héroe final por sorpresa. ¿Qué les dijo Leo? «Vamos a tener la pelota, no tenemos que volvernos locos, encontraremos los espacios…». Ese fue el mensaje que dio a sus compañeros. No imaginaba lo que vendría después. El penalti de Mascherano indicado por el VAR y la angustia sin fin. «No recuerdo tanto sufrimiento, hubiera sido un final muy feo y muy injusto para una generación como esta». Pero lo que hizo, en realidad, con esa arenga fue calmar a sus compañeros: «Messi nos dijo que nos tranquilizáramos y que no nos sintiéramos estresados. Estábamos nerviosos y ese mensaje nos ayudó mucho y a mí me dio un gran impulso de confianza», reveló Rojo, el autor del gol que calmó a Messi.

Las dudas del técnico / Cuando apareció su rostro en las pantallas del estadio, miles de argentinos comenzaron a abuchearle. La derrota contra Croacia minó de tal manera la credibilidad de Jorge Sampaoli que significó su condena. Los días posteriores resultaron una tormenta, especialmente para su autoridad, obligado a escuchar más que nunca la voz de Messi. Y del «plantel». No le quedaba otra opción al exentrenador del Sevilla, que se refugió en el chándal de la albiceleste para la noche de la resurrección ante Nigeria.

Hasta en dos ocasiones le hizo la misma pregunta a Messi. «¿Pongo al Kun? ¿Pongo al Kun?». Y lo puso, a pesar de que dio la sensación de que Leo ni le respondía. Tampoco hacía falta. Un casi imperceptible gesto de asentimiento con la cabeza y el Kun al campo. Perdido y desorientado con los croatas, Sampaoli revolucionó el once, se puso en manos de la vieja guardia, quebrando aún más la fuerza de su discurso y asumiendo la autogestión. No le quedaba otra. Si pierde, volverá a ser el padre de la derrota. Si gana, Sampaoli será el espectador de la victoria.

«Me encantó la rebeldía que mostraron los jugadores. Es un triunfo de su convicción», dijo el técnico, que enloqueció con el gol de Rojo, un lateral zurdo marcando con la derecha. «Con Messi compartimos nuestro sueño de lograr algo importante. Lo más importante que me tocó vivir con él es lo humano, cómo lo vive, en momentos de crisis o de alegría como hoy. Disfruta como un argentino más», afirmó Sampaoli.

«No, no fueron lágrimas de alegría, fueron de desahogo». Ya con la cara limpia hablaba un aliviado Javier Mascherano, quien disputó los segundos 45 minutos ante Nigeria con la sangre recorriendo su rostro. El árbitro le dejó jugar y protestar porque tras el penalti que, a juicio del VAR, cometió el exazulgrana, se convirtió en la voz de la conciencia del árbitro turco Cuney Çakir.