El sueño terminó con cuatro bofetadas y muchísimos argentinos despertaron anegados en lágrimas. Argentina se fue de un Mundial que creía asignado por derecho divino: el regalo celestial por los fastos del bicentenario de la patria. Klose y Müller recordaron a un país dolido que el fútbol es asunto terreno y Diego Maradona carece de dones sobrenaturales.

El día del desastre ante Alemania, el diario Página 12 publicó en su portada un chiste ejemplar. Un obispo y un laico hablan de lo que sucederá. "El partido de hoy es difícil para la Iglesia", dice el prelado. "¿Por qué?", quiere saber su interlocutor. "El Papa es alemán, pero Dios argentino", le explican.

De tanto repetir la broma, contada de muchas formas --entre ellas la ubicua publicidad de una marca de cerveza-- una parte de la sociedad ha terminado creyendo que la Providencia acompañaba a la selección. Maradona se aferraba a su cadena de la Virgen en cada partido o anunciaba los milagros por venir de San Martín Palermo. La suerte era invocada. El equipo ganaba y en las calles se vendían banderas y máscaras del Diego de la fortuna .

Las carencias

Las alabanzas al entrenador superaban con creces a las de las estrellas de un equipo descompensado. La frase "que la sigan chupando", comenzó a tener aquí el peso de una sentencia. Maradona, su autor, había además amenazado con pasearse desnudo por el centro de Buenos Aires si ganaba el Mundial como técnico. No iba a ser el único. Carlos Bilardo fue más audaz en su apuesta: entregaría su propia hombría ("la colita") si ese era el precio a pagar por la Copa. En medio de un lenguaje teñido de dobles intenciones, jactancias y otras formas de la insensatez, las multitudes aguardaban el final feliz. El desenlace, dijo ayer Gonzalo Bonadeo, uno de los pocos periodistas que se escapó de semejante catequesis, "fue lo suficientemente duro y elocuente como para dejarnos tristes y, lo que es peor, sin siquiera ganas de enojarnos".

El melodramático Maradona estaba ayer menos expuesto a la crítica que Leo Messi: él también lloró pero sus lágrimas no tienen la misma cotización en la Bolsa de los sentimientos. Se le reprochó a la Pulga no realizar lo irrealizable. "Seguimos pidiendo al Salvador ", ironizó desde las pantallas del canal Torneos y Competencias, el periodista Alejandro Fabbri. "El chico no puede hacer lo mismo que en las publicidades. Ni él ni nadie. Sin socios como en el Barça, todo queda supeditado a alguna genialidad. Con equipos chicos, quizá alcance. Con estructuras serias, no. Y así nos fue", lo defendió Hugo Asch desde las páginas de Perfil.

"Ningún talento individual te salva si no hay respaldo en el funcionamiento colectivo", señaló, por su parte, Juan Pablo Varsky en el diario La Nación . El periodista consideró que la derrota "merece una interpretación mucho más profunda" e humildad para "aprender la lección". Es muy posible que todo siga igual. Que tras unos días de desconsuelo y agnosticismo, la fe intente otra vez mover montañas.