Antes era un comemocos y un tipo con apariencia afeminada que destrozaría todos los valores que hicieron grande al fútbol alemán. Ahora es un técnico culto y elegante que ha protagonizado la revolución más bella del fútbol germano. Alemania ya no solo gana, también disfruta con su juego. Y eso se lo debe a Joachim Löw (Schönau, 50 años), un técnico con una fe ciega en sus ideas.

Löw no ha abandonado esa manía de juguetear con la nariz y la boca. En el partido contra Inglaterra las cámaras le pillaron haciendo una de sus clásicas excavaciones, pero ahora eso ha quedado en último plano. Ahora se trata, simplemente, de una reacción personal en plena tensión del partido, del Mundial.

En el año 2004, cuando llegó a la selección como ayudante de Jürgen Klinsmann, se veía de forma muy distinta. Igual que su estilo refinado y elegante, que casaban tan poco con el talante indestructible y varonil de los teutones. Tampoco generaba indiferencia su afición al yoga y su escaso carisma, algo que le hacía que muchos pronosticaran que no estaría mucho tiempo en el cargo. Pero el tiempo está desmientiendo a todos los que dudaban.

Pero a Jogi, como le llaman cariñosamente, nunca le han importado los comentarios. El vino dispuesto a imponer su filosofía y lo ha conseguido. Como Pep Guardiola en el Bar-

ça, con la diferencia de que Alemania no conocía un referente como el del dream team.

Alemania siempre fue la potencia ganadora por excelencia, el equipo capaz de imponer su físico, su altura, su contundencia, valores muy diferentes a los que ahora la hacen grande.

Löw quería otra mentalidad. El primer paso se dio en el 2006. Entonces estaba Klinsmann en el banquillo. El era la imagen, el exgoleador que rugía en el banquillo con la camisa arremangada. Pero, en el fondo, era Jogi el técnico, el ideólogo que concebía las jugadas con su pizarra y su trabajo exhaustivo. El era el verdadero arquitecto de aquel conjunto.

Buena imagen anterior

Alemania acabó finalmente tercera en su Mundial, pero ofreció una imagen mucho mejor de la esperada, sobre todo en la inolvidable semifinal ante Italia. Klinsmann decidió abandonar y refugiarse en California (tres años después fracasó en el Bayern, humillado por el Barça en la Champions) y Löw tomó el mando real, dispuesto a dar continuación a su labor.

En la Eurocopa de Austria y Bélgica logró el subcampeonato y mañana volverá a medirse con España, la selección que ha sido su referente en los últimos tiempos. "Me gusta su estilo. Veo todos los partidos de la Liga y la mayoría de equipos intentan tratar bien el balón, sobre todo el Barcelona. Allí el fútbol no es solamente deporte. Es también una pasión, una fiesta", dice con contundencia Löw.

El técnico, que vive con su esposa Daniela en Friburgo, es el exponente máximo del auge de la selección germana, en la que destacan la precisión, el talento y el toque, por encima del físico. Alemania ya no es un equipo cuadriculado, es un bloque libre en el que sus jóvenes talentos, muchos hijos de la inmigración, desbordan frescura.

Un futuro en el aire

Los analistas ven la semifinal de mañana como una final anticipada. Löw cree que su rival es superior a Inglaterra y Argentina, que fueron goleadas por sus chicos de oro. "España tiene muchos Messis. No podemos cometer ni un error, pero somos mejores que en el 2008. La historia es distinta. Somos dos equipos ordenados que tratan bien el balón. El físico está en segundo lugar", añade también el seleccionador alemán.

Como jugador, Löw fue un delantero del montón en clubs como el Friburgo, el Stuttgart y el Eintracht. En el año 1995, Ray Clemence la partió una pierna y pasó a los banquillos. Ganó una Copa con el Stuttgart y una Liga con el Tirol de Innsbruck austríaco.

El reconocimiento generalizado le ha llegado ahora en la selección, aunque su futuro está todavía, pese a los buenos resultados, en el aire. Su contrato acabó la semana pasada y no sabe si continuará, pero Franz Beckenbauer ya le ha respaldado. Mañana, con una vestimenta impecable, como siempre --la camiseta azul ya es su amuleto--, intentará dar otro paso más en su revolución ante Del Bosque.

Alemania saldrá al ataque. Así lo aseguran todos quienes conozcan bien a su seleccionador y los jugadores que ha reunido en torno a una idea ofensiva concreta. De lo contrario, Löw no sería Löw, ni siquiera jugándose una semifinal de todo un Mundial.