ITALIA: Marchetti, Zambrotta, Chiellini, Cannavaro, Criscito, Marchisio (Pazzini, m.62), Montolivo, De Rossi, Pepe (Camoranesi, m.46), Gilardino (Di Natale, m.45) y Iaquinta.

NUEVA ZELANDA: Paston, Reid, Nelsen, Vicelich (Christie, m.81), Smith, Bertos, Fallon (Wood, m.63), Elliot, Lochhead, Killen (Barron, m.90+) y Smeltz.

GOLES: 0-1, m.7: Smeltz. 1-1, m.29: Iaquinta, de penalti.

ARBITRO: Carlos Batres (Guatemala). Amonestó a los neozelandeses Fallon, Nelsen y Smith.

INCIDENCIAS: Grupo F, segunda jornada.

La selección italiana, que defiende el título Mundial en Sudáfrica, tropezó por segunda vez en el torneo y no fue capaz de superar a Nueva Zelanda, uno de los equipos más débiles a priori, frente al que empató de penalti tras ofrecer una imagen muy discreta y con pocos argumentos.

La fe y la confianza de Nueva Zelanda, que se esforzó al máximo durante todo el partido, fue suficiente para que la selección italiana, sin patrón de juego y sin un canalizador de su fútbol en el centro, haya sumado su segundo empate consecutivo en el Mundial y tenga que empezar a hacer cuentas para clasificarse.

El primer periodo ya no se ajustó a lo previsto. En primer lugar se adelantó en el marcador Nueva Zelanda, a continuación la selección italiana manejó el partido pero sin profundidad y en tercer lugar, el gol de la igualada de Italia llegó de penalti.

El defensor Smith agarró por la camiseta a De Rossi y el árbitro pitó penalti. Iaquinta lo aprovechó para establecer la igualada.

No fue un primer tiempo de calidad. Lo más destacado fue el juego de Nueva Zelanda, un equipo que estuvo por encima de lo previsto y que palió sus limitaciones tácticas a base de esfuerzo, compromiso y una buena colocación de sus hombres sobre el terreno de juego.

Tras el descanso, Italia apareció en el campo con Camoranesi y Di Natale en sustitución de Pepe y Gilardino, pero el equipo no se adueñó del partido y cuando se aproximó a la meta de Paston no lo hizo con peligro.

Nueva Zelanda, por su parte, se defendía con orden y se aproximaba de manera esporádica al área rival. Sólo en los veinte minutos finales del partido se hizo intenso el dominio de los italianos, que pusieron cerco a la portería contraria para tratar de conseguir con presión e insistencia lo que no habían logrado con fútbol hasta entonces.