Canta el del gorro de arlequín, baila la bandera nacional, y la fuente de La Constitución de bote en bote, campeones del mundial. Grita el del megáfono en Badajoz, vuelan globos de rojigualdo color, se cuela una vuvuzela y un doble de Iniesta, con el histórico gol de la fiesta.
Alrededor de la celebración, balcones engalanados, "y se me ponen los pelos de punta", grita un aficionado. Lo celebra una pareja de novios con el diez de Fábregas a la espalda, amor a la roja y amén, el 11 de julio será extremeño también.
Una cara pintada de rojo con antifaz amarillo, el de la bufanda a cuarenta grados, el ilusionado chiquillo, el 15 de Sergio Ramos. Manolo del bombo extremeño no falta, familias reflejan entusiasmo e ilusión, fandanguea Piqué en la Plaza Alta, y uno del Badajoz.
Cincuenta Villas en la ciudad, con cien Torres no basta, Casillas de verde y con rastas, y el de "Opá a por el mundiá".
Recuerdos imborrables
A miles de kilómetros de Sudáfrica, lo recordarán para siempre, contarán a hijos, nietos y amigos, lo que pasó por sus mentes. Fue a principios del siglo veintiuno, año 2010, cuando fuimos campeones del mundo, y la ciudad también.
Millares de personas en las calles de Badajoz, la fiesta empezó a mediodía, en la tarde nervios y emoción, y en la noche, explosión de alegría.
En una pantalla gigante de 24 metros cuadrados en la plaza Alta, dos mil aficionados lo disfrutaron, con el grito "a por ellos, a por ellos", sin cesar un segundo de animarlos.
Y se quejaron de las patadas frenando al "tiqui taca", y se oyó el "yo soy español, español, español", entre taquicardias con helado de nata, y algún cubata sin alcohol. Pero Robben ante Casillas no robó. Casi marcan Villa y Cesc hasta que llegó el gol de Andrés. Al final estallaron los cohetes entre el ruido, voló algún fuego artificial, Amsterdam sigue siendo un destino atractivo, pero Madrid y Barcelona molan más.
Pitan los coches, lloran de emoción los abuelos, nunca se acabará esta noche. Como en tantos otros sitios, la felicidad estuvo al cien por cien.
