Cuando los ganadores no ganan quedan desnudos. Cuando los técnicos se creen indestructibles, viviendo por encima del bien y del mal, se sienten completamente ajenos al error propio. Ellos jamás se equivocan. Gana el entrenador, pierde el equipo. Pero Inglaterra está descubriendo que contrató a un profesional a sueldo --el italiano Fabio Capello es el seleccionador que más cobra en este Mundial, ocho millones de euros--, pero eso no garantiza la felicidad. Ni, por supuesto, la calma.

Porque siempre hay un día en que los ganadores dejan de ganar. Ni siquiera ha perdido Capello, pero dos empates consecutivos ante dos países pequeños en lo futbolístico (Estados Unidos y Argelia) han servido para crucificarle. Cobra el triple que Lippi, su colega en la squadra azurra , pero eso tampoco le libra de unas durísimas críticas --"inútiles", llegó a llamarles ayer una indignada prensa británica-- porque después de una soberbia fase de clasificación (no perdió ni un solo partido) ha entrado en Africa con muy mal pie.

Estrellas, sí; equipo, no

A Capello, que ha tenido todo el tiempo y el dinero del mundo para formar una selección competitiva, se le han acabado todas las excusas. No le queda ni la coartada del portero. Se cargó a Green por su infantil error ante Estados Unidos y confió la portería a las manos del joven Calamity James (cumplirá 40 años el próximo 1 de agosto), convencido de que esa era la solución a todos sus males. ¿A quién sentará ahora tras el desastroso empate con Argelia? ¿Habrá alguien que lo siente a él por esa incapacidad para construir un equipo? Estrellas tiene de todo pelaje. Pero no funciona como una verdadera selección.

"Los errores son increíbles, hasta en los pases fáciles", dijo Capello atribuyéndolo al "miedo" que se apodera de sus jugadores. ¿Miedo pueden tener tipos como Terry, Gerrard, Lampard o Rooney? Es imposible, acostumbrados como están todos a ser los líderes de sus respectivos equipos en la Premier. Pero han quedado secuestrados por la mediocridad de su fútbol que ha indignado a las islas. Incluso al propio Rooney, que se comportó como un hooligan el pasado viernes.

"Es bonito ver a tu propia afición cómo te abuchea. Si eso es lealtad, ¡maldita sea!", gritó irritado el delantero del Manchester United mirando desafiante a la cámara que le perseguía camino de los vestuarios. Iba lleno de ira, como Inglaterra, porque creían que tenían al técnico perfecto y han descubierto que si no ganan el miércoles a Eslovenia estarán en la calle.