Los gritos y llantos de las lloronas se confundían con la música minutos antes del comienzo del entierro de la sardina en Navalmoral. Es decir, la tristeza y el jolgorio compartían espacio a partes iguales. Y ésa era también la sensación de la concejala de Ocio, María García, al hacer la valoración del Carnaval recién acabado.

"Estoy muy contenta porque la gente ha salido a la calle a pesar del mal tiempo. Pero también estoy triste por lo que pasó en la entrega de premios", analizaba García haciendo referencia al bochornoso comportamiento de un miembro de la peña Baby Boom negándose a recoger el trofeo.

El agua, como no podía ser de otro modo, también fue la protagonista durante el entierro de la sardina. A pesar de que el día amaneció despejado e incluso con algún rayo de sol, a medida que fue avanzando la jornada el color gris se apoderó del ambiente. Y la lluvia hizo apariciones intermitentes durante todo el recorrido por los barrios, que comenzó a las 12 del mediodía en el hogar del pensionista y finalizó en el barrio de El Molinillo minutos antes del entierro. En todos ellos se repartieron unos mil kilos de sardinas para los vecinos, además bebidas y otras viandas como chocolate y dulces; además de las migas hechas por el barrio de Navarrosa, que se hicieron ayer tras ser suspendidas el lunes por la lluvia, que ayer ganó la partida.

Antes de los fuegos artificiales, el alcalde de Navalmoral, Rafael Mateos, agradeció a todos los moralos su implicación porque sin ellos no habría Carnaval.