El tradicional entierro de la sardina puso fin a más de cinco días de fiesta ininterrumpida en Navalmoral. Las mujeres de luto que acompañan al pez no sólo lloraban por la muerte de ésta sino por el fin de Carnaval.

Desde las 12 de la mañana la comitiva, presidida por la sardina y acompañada por una persona disfrazada de sacerdote y decenas de lloronas, recorrió varios barrios de Navalmoral. La primera parada fue el hogar del pensionista, seguido de El Cerro, Jumisa, Caperjar y El Molinillo.

En cada uno de estos puntos, se ofrecían sardinas asadas, panceta y chorizo y bebidas a todos los asistentes. Por ejemplo, en el barrio Jumisa se repartieron más de 250 kilos de sardinas asadas, 65 kilos de panceta y otros tanto de chorizo, y se utilizaron seis arrobas de vino para hacer sangría. El ayuntamiento dio 1.800 euros a cada colectivo organizador. El fin del recorrido fue la plaza de Las Minas, donde, ya sí, se quemó la sardina a las seis de la tarde. El buen tiempo, que ha acompañado a todos los días de la fiesta grande morala, hizo de nuevo que la gente saliera a la calle y acompañara a la comitiva durante toda la jornada.

El fin de fiesta definitivo fueron los fuegos artificiales. El espectáculo piromusical, ya estrenado el año pasado con gran éxito, dobló su potencia en esta ocasión e inició la cuenta atrás para el Carnaval de 2010.

La sensación que se palpitaba en la calle fue la buena acogida que ha tenido el ferial de casetas, centro neurálgico de la fiesta, a pesar de la crítica y enfado de algunos hosteleros, que han visto mermada la asistencia de público a sus locales.