La tradición cuenta, y cada uno de los abuelos moralos puede dar fe de que hace muchos años, por esta calle que voy, por la otra doy la vuelta , los muchachos alborotaban las casas en sus rondas, cantando villancicos y canciones populares. Era una época sin televisión, con pocas radios, mucha hambre, necesidad y frío que se mataba con un chupito aguardentoso (o dos). Dale a la botella, dale al almirez , dice el cantar que describe los improvisados instrumentos que servían para abrigar las frías navidades.

Una botella de anís vacía, un mortero de bronce, un cántaro, cañas y pucheros a modo de platillos dejaban espacio suficiente a la imaginación para inventar letrillas pícaras y graciosas. Dale a la zambomba que retumbe bien , continúa la copla animando al instrumento estrella. Hecha de barro o cartón, con piel de cabra o de otros animales que es mejor no mencionar, el retumbar de zambombas enormes, que ya sólo los más viejos saben tocar bien, marcaba el ritmo por el que pasaba la ronda de la alpargata .

Costumbres vivas

Muchas de aquellas canciones se han perdido para siempre, otras, en cambio, han continuado vivas y se han transmitido de padres a hijos que las hicieron suyas para adaptarlas a su época. Durante las décadas de los cincuenta y sesenta, la localidad, que aún era pueblo pequeño en el que todos se conocían, mantenía esta manera escandalosa de celebrar la Navidad de casa en casa, de puerta en puerta, pidiendo el aguinaldo.

A pesar de que durante los últimos años, las distintas corporaciones municipales han tratado de mantener esta costumbre a través de concursos, las calles de la localidad permanecen silenciosas durante estas fechas.

Tradición que muere

Se da la paradoja de que los pocos que aún salen de ronda armados con sus zambombas, reciben la visita policial que les avisa de que están incumpliendo las normas municipales.