Al mes de producirse el fatídico atentado del 11-M, comenzaron a retirarse los altares improvisados, los dibujos y poemas, a limpiarse las pintadas solidarias inscritas sobre las columnas de la estación de Atocha. Es inevitable, el tiempo no perdona y la lluvia acabó borrando cualquier vestigio. Se inauguró un monumento de homenaje cerca de los andenes, pero pronto cayó en el abandono. Hasta nuestros representantes políticos empezaron a aparecer divididos. Muchos ya no comparecieron en los ultimos actos de conmemoración. Sin embargo, los habitantes de Madrid llevamos grabado a fuego en la memoria la solidaridad de nuestros conciudadanos, que arropaban con mantas a las víctimas arrojadas sobre las vías de tren. Nunca olvidaremos la entrega del personal del Samur, Protección Civil, policía y bomberos. Como igualmente no la olvida el CSIC, documentando recientemente 70.000 piezas y testimonios de aquellos aciagos días.

Ya sólo nos queda desear que este año determinados políticos estén a la altura y no vuelvan a hacer partidismo sobre el dolor de las víctimas de terrorismo.

Manuel Cañedo Gago **

Madrid