TCtuando se utiliza, falsifica y tergiversa la historia con unos fines ideológicos para legitimar y justificar una posición política determinada se comete el error del presentismo. La historiografía franquista abusó de ello hasta la náusea, calificando a España como una unidad de destino en lo universal, y presentándola como un Estado unitario desde los tiempos de los iberos. Ultranacionalismos de todo tipo se han abonado con entusiasmo al presentismo, convirtiendo la idea de nación (la que les interesa, claro) en un aserto atávico y remoto, alegando unos etéreos e inconcretos derechos históricos. Son los que hablan de 'España romana', cuando hace 2.000 años España ni estaba ni se la esperaba, o de 'Catalunya' a fines del siglo IX, cuando en ese siglo no existía Catalunya, pues sobre el actual territorio catalán se extendían los condados cristianos de Barcelona, Girona y otros, y las tierras musulmanas de Lleida y de Tortosa, integradas en el emirato omeya de Córdoba.

Para los políticos presentistas, convertidos en pseudohistoriadores, las efemérides, vengan o no a cuento, constituyen un recurso inapreciable. Es extraño, pero en España se prefiere conmemorar las derrotas a las victorias. Lo hacen castellanos y leoneses, que celebran el día de su comunidad el 23 de abril, cuando los comuneros fueron derrotados por las tropas realistas de Carlos I , y también los catalanes en la Diada del 11 de septiembre, con la caída de Barcelona en manos de Felipe V de Borbón . Este año se celebra el tricentenario de este acontecimiento; por ello, conviene recordar los hechos históricos.

El 1 de noviembre de 1700 murió sin descendencia el rey Carlos II el Hechizado, un pobre hombre muy discapacitado debido a la consanguinidad que practicaron sus padres, abuelos, bisabuelos y tatarabuelos, casándose con primas, tías y sobrinas durante generaciones. Carlos II legó sus dominios a su sobrino-nieto Felipe de Anjou , nieto de su hermana María Teresa y del rey Luis XIV de Francia, pero esta decisión no fue aceptada por la casa de Austria y el archiduque Carlos reclamó el trono, desencadenando la guerra de sucesión. El propio nombre de esta guerra ha sido manipulado de manera asombrosa, y en Catalunya algunos la llaman 'guerra de secesión'. Palmaria falsificación semántica del pasado, porque el que acabó en 1714 no fue un conflicto entre Catalunya y España (como se quiere presentar), sino una guerra entre dos dinastías (la de Austria y la de Borbón) y sus partidarios para hacerse con el trono y los títulos de la monarquía hispánica.

XLA GUERRAx de sucesión dio varios giros copernicanos. Primero los catalanes (como los aragoneses) juraron en las Cortes de Catalunya convocadas el 4 de octubre de 1701 como su soberano a Felipe V de Borbón . Pero en septiembre de 1705, los catalanes rompieron su juramento (como también harían los aragoneses en 1706) de fidelidad y proclamaron conde de Barcelona a Carlos de Austria . Franceses e ingleses aprovecharon la confusión: Francia se apoderó del Rosellón y parte de la Cerdanya, y se aseguró la Navarra francesa; Inglaterra ocupó Gibraltar. Y allí siguen.

En la guerra de sucesión la mayoría de la Corona de Aragón apoyó a Carlos de Austria , pero ciudades como Tarazona, Calatayud, Cervera o Alicante, y comarcas como el valle de Aran se mantuvieron leales a Felipe de Borbón . La derrota de los austracistas en la batalla de Almansa en el año 1707 decantó el curso de la guerra, que se prolongó siete años más.

XTRAS UN INTENSOx asedio, Felipe de Borbón conquistó Barcelona el 11 de septiembre de 1714. El defensor de la ciudad era el jurista Rafael de Casanova , que ejercía el cargo de conseller en cap. La historiografía ultracatalanista convertirá a Casanova en un mártir de la causa nacionalista, pero el defensor de Barcelona, que cayó herido en la batalla, resultó amnistiado y volvió a ejercer su profesión de abogado; murió, ya retirado, en 1743. Los vencedores prometieron cumplir unas condiciones que luego no respetaron. Felipe V consideró a todos los territorios de la Corona de Aragón tierra de conquista, les aplicó las leyes de Castilla con los Decretos de Nueva Planta (con excepción del derecho privado en Aragón y el estatuto del Vall d,Aran) y llevó a cabo una dura represión. Estas reformas jurídicas convirtieron a España en 1716 en un Estado único.

Las consecuencias de esta guerra fueron desastrosas para la monarquía hispana: pérdida de territorios (Gibraltar, Rosellón, y parte de la Cerdanya, Navarra francesa, Nápoles, Sicilia-), y, además, supuso la desaparición de la Corona de Aragón y de las instituciones privativas de todos sus territorios. Pero, pese al presentismo, la historia bien explicada sigue siendo imprescindible y necesaria para entender la España y la Europa contemporáneas.