Los periódicos y agencias de prensa, las radios, las televisiones y los medios digitales preparan ya sus resúmenes de lo que ha sido este convulso, tremendo, año 2006. Antesala apenas de lo que, sin duda, volverá a ser otro período de tensiones y controversias, de cara a cambios profundos; es decir, ese 2007 al que miramos ya, cuando llega la hora de los balances, con cierta aprensión. Qué menos.

Como era previsible, en el panorama político nacional han sido José Luis Rodríguez Zapatero y Mariano Rajoy quienes han protagonizado los titulares, quienes han acaparado más páginas y la atención de los encuestadores. Me parece que, encaminándose hacia los tres primeros años de su mandato, Zapatero sigue siendo una incógnita, lo mismo que algunas de las líneas maestras de su política, sometida, ya está claro, a los vaivenes de la improvisación, algo que no siempre es malo, pero que casi nunca es bueno; véase, si no, lo que está ocurriendo con la negociación con el País Vasco, una auténtica ducha escocesa para la opinión pública, comenzando por la vasca, como se demuestra en ese barómetro que el domingo hizo público el Gobierno vasco.

Y, paralelamente, rumbo a sus tres primeros años como líder de la oposición, sigue sin estar claro hacia dónde dirige su timón el presidente del Partido Popular: derecha-centro, extrema derecha-derecha-centro-centroizquierda (en alguna ocasión); tales son las presiones que pesan sobre la cabeza de Rajoy, zarandeado por los huracanes de algunos extremistas mediáticos, por los vientos de algunos de sus correligionarios bien instalados en la dirección del partido y por la suave brisa de algunos de sus asesores más cercanos.

Así que a mí me parece que concluimos el año con demasiadas incógnitas, derivadas de esos dos enigmas, Zapatero y Rajoy, dos hombres acaso con demasiado poder unipersonal y de los que, si bien se mira, seguimos sabiendo muy poco: ¿quiénes son sus mejores amigos? ¿Qué libros leen? ¿A qué dedican el tiempo libre, si es que lo tienen? ¿Quiénes son sus pensadores favoritos? Y, sobre todo, ¿qué piensan hacer con España y los españoles, que al fin y al cabo somos quienes los hemos votado y pagamos sus sueldos y dietas?

XEL DESAPEGOx de nuestros políticos, comenzando por los dos citados, con respecto al común de la ciudadanía me parece cada día más perceptible. El ocultamiento de sus líneas políticas maestras llega hasta el punto de rehuir preguntas en conferencias de prensa... cuando las hay, que tampoco abundan los contactos de los máximos políticos con los medios, y menos aún con los ciudadanos. Resulta curioso que los españoles se sigan interrogando sobre las verdaderas intenciones de quienes se encargan de gestionar sus intereses y de canalizar sus aspiraciones de presente y de futuro.

Mírese, si no, lo que ocurre (o quizá no ocurra pero está a punto de ocurrir. ¿O no?) en el País Vasco. O lo que ocurrió en Cataluña, donde los resultados finales nada han tenido que ver con lo que parecía el diseño original trazado --dicen-- desde La Moncloa. O mírese el candidato designado para la alcaldía de Madrid: ¿es que alguien, incluido el propio interesado, sabía una semana antes de que el nombre fuese anunciado quién iba a ser ese candidato, pese a las constantes referencias del presidente, ya meses antes, en el sentido de que ya tenía una gran figura para rivalizar con Ruiz Gallardón ?

O, en el otro campo, pregúntese a alguien en el PP, a ver si es capaz de responderle, por el rumbo al que se dirige Mariano Rajoy: ¿hostilidad total a la política del Gobierno o más bien colaboración en algunos puntos? ¿Cooperación en la reforma constitucional, en la búsqueda de soluciones a la inmigración, en política exterior, o más bien dime de qué se trata, que me opongo ? ¿Sometimiento a los dictados de algunos talibanes de ciertos medios, de algunas instituciones u organizaciones o independencia de criterios?

Nos gustaría o no lo que decían y cómo lo decían, pero lo cierto es que tanto Adolfo Suárez como Leopoldo Calvo-Sotelo, Felipe González y José María Aznar tuvieron la virtud de hablar claro a los españoles: se hará tal o cual cosa. Y se hacían. Si se negociaba con ETA, se negociaba y se sabía. Si se modificaban leyes, se hacía con la complicidad de los más posibles. A sus lugartenientes se les veía venir. Ahora ni siquiera sabemos quiénes son los lugartenientes y los que intuimos, al menos en el poder (Blanco, Rubalcaba ), no sirven demasiado, la verdad, como indicadores de hacia dónde soplarán los vientos de nuestra política.

Si yo tuviese que resumir en una sola frase el resumen político nacional de este 2006 que se nos apaga, titularía así: el año de las nieblas .

*Periodista