Hemos empezado el año con la única certeza de que se presentan días repletos de incertidumbres y, además, con el trágico recuerdo del atentado en Estambul el día de Nochevieja, que nos vuelve a recordar de forma desgraciada que vivimos en un mundo tan inseguro, o más, como el que despedimos hace un año, marcado también por los atentados de París. En este 2017 la primera potencia mundial estrena presidente con un magnate extravagante. La figura de Donald Trump es una de esas incertidumbres que marcará el devenir planetario y todo indica que no contribuirá a que reine la sensatez. Su llegada es el exponente más claro del peligroso auge del populismo -con el brexit que debe iniciar la desconexión-, que puede vivir más capítulos en las citas electorales de Holanda, Francia y Alemania. Todo ello en una UE atrapada en una crisis de identidad que pone en serio peligro el proyecto común europeo. En España, será para Rajoy el año en que deberá demostrar que puede gobernar en minoría. Llegan meses en que los principales partidos deberán manifestar altura de miras para abordar cuestiones pendientes, entre ellas la reforma (o no) de la Constitución. Ya lo hicieron, por ejemplo, con la subida del salario mínimo interprofesional, una medida encaminada a laminar la enorme desigualdad que ha generado la crisis. Es esta una urgencia de la economía española, como el reto de las pensiones y la creación de empleo. La sociedad española también pide un pacto para un tema tan relevante como la educación, y que no esté en manos de cada gobierno.