Muchas personas que pedían públicamente que se llegase hasta el fondo en la búsqueda de las claves de lo sucedido en el Carmel lamentan ahora que el Parlamento catalán les haya hecho caso. Porque, sea cómodo decirlo o no, el famoso 3%, así como la política de subcontratar en cadena la obra pública, tienen que ver con que el grosor final del cemento de refuerzo de los túneles era inferior a lo aconsejable. O con que el número de catas era insuficiente.

Alguien tan ajeno al pulso PSC-CiU como Josep Piqué confirmó en el pleno, tras la frase de Maragall, que "era un clamor que la adjudicación de la obra pública en Cataluña pasaba por el cobro de comisiones". Con todo, el rifirrafe es lógico: los políticos suelen reaccionar con distinto rasero si acusan o son acusados. Eso pasó el jueves. Los mismos que acusaban, sin pruebas, a un consejero de ser responsable de algo que le costará muchos millones a la Administración, se quejaban a continuación de que el presidente, sin pruebas, les dijera algo tan sencillo como que su problema "se llama 3%". Una confrontación en la que también entró Rodríguez Ibarra en una llamada para garantizar la decencia en política. El presidente extremeño fue tajante e instó a su homólogo en la Generalitat a aclarar el asunto, "porque no estoy dispuesto a llevarme la mierda de nadie".