TCtircula por los medios de comunicación un cuestionario de treinta y seis preguntas que en cuarenta y cinco minutos sirve para saber si la persona que responde es el amor de tu vida. Así de simple. Tres cuartos de hora, más cuatro minutos de mirarse a los ojos, bastan para decidir el número de tus futuros hijos, su nombre y hasta de qué color pintaríais vuestro dormitorio. Las preguntas son variadas y según su autor, el psicólogo Arthur Aron , van creando un clima de gradual intimidad que puede desembocar en enamoramiento.

Por ejemplo, se averigua con qué personaje famoso cenaría el otro, qué recuerda de su infancia o qué cambiaría de su vida si supiera que iba a morir pronto. Así, entre alegrías y tristezas, se rompe la barrera emocional y se produce el acercamiento. Aron, que lleva cuarenta años dedicado al estudio de las relaciones sociales, aclara que también es importante tener algo en común con esa persona y sentir que le gustas, con lo que volvemos al principio. Mucho y quién es él, en qué lugar se enamoró de ti y a qué dedica el tiempo libre para acabar concluyendo que lo importante es compartir gustos y sentir atracción hacia el otro. Ya podemos saber vida y milagros, que el amor sigue moviéndose por los viejos mecanismos de siempre, ajenos a psicologías y estudios. El amor ocurre, no puede forzarse. Pasa porque sí. Otra cosa es que nos encante perder el tiempo en internet, leer noticias absurdas, y contestar cuestionarios a través de las redes sociales. Todo para descubrir que estamos más solos que nunca, y que no hay respuesta capaz de explicar por qué siendo carne, vivimos ajenos a la piel y el deseo.