España no participará con tropas en la invasión de Irak, pero sí enviará a un millar de soldados para emplearlos en tareas humanitarias y de protección a Turquía. El Gobierno, añadió ayer José María Aznar en el Congreso, sí está dispuesto a desplazar fuerzas a la región en la posguerra. Es un alivio, aunque lo limitado del compromiso militar se deba más a la falta de interés de EEUU por contar con la colaboración del Ejército español que a una inexistente convicción pacifista del Gobierno.

Además de aclarar cuál será la intervención española en la guerra de Irak, la de ayer fue la cuarta comparecencia parlamentaria de Aznar. Y por cuarta vez insistió en argumentos que ya han quedado en evidencia tras el fiasco en el Consejo de Seguridad y la declaración de guerra unilateral de las Azores. Insistir todavía en que el objetivo es desarmar a Sadam, definir el ataque como "garantía de paz", acusar a quienes se oponen a una guerra ilegal de "no querer que se emplee la legalidad" y calificar el no a la guerra de "amenazante" es una demagogia perversa. Y revela la impotencia de quien trata de maquillar una dura realidad: el "fracaso" de la diplomacia y el "engaño" a la opinión pública española que ayer denunció Rodríguez Zapatero.