Hay cosas que uno por mucho que indague no acaba de comprender.

¿Cómo pueden concederse por sistema becas a alumnos que durante su periplo por las aulas no han hecho nada; suspenden todas las asignaturas, repiten y de nuevo no aprueban ni una? Como premio, se les concede otra beca, y para redondear el escándalo se les da una palmadita en la espalda y automáticamente promocionan al curso siguiente. Venga chaval, no te deprimas, que tú puedes.

Los tutores como notarios de este abandono, concertamos una cita con los padres, a la que generalmente no asisten. Vuelves a emplazarles por escrito a una nueva reunión, y continúan en sus trece. Pero cuando hay que rellenar los papeles para solicitar la beca, ahí están los primeros, no vaya a ser que se les pase. Menudo chollo que tienen, por un lado dejan gratis al niño en un centro-guardería y por otro te hacen un ingresito. Que no aprende, buen hombre, no se puede tener todo.

Considero que la beca es un reconocimiento, un premio al trabajo que hace el alumno. Es obsceno que se sigan concediendo a ciertos alumnos que no hacen sino incordiar, y pisotear vilmente los derechos de los otros. Recortemos el número de becas y que las restantes sean más sustanciosas. Que el único parámetro que se baraje no sea como en la actualidad el nivel de renta, sino que el trabajo, esfuerzo e interés también participen en esa asignación. Que los derechos también tienen sus límites, y acaban justamente donde comienzan los del otro. ¿Es que un chaval con ganas de estudiar tiene menos derechos que el que obstaculiza y boicotea? Pues lo parece.

Juan Carlos López **

Jaraíz de la Vera