WLw a llegada de inmigrantes extracomunitarios a España durante los últimos diez años ha respondido a dos principios económicos conocidos y lógicos: la falta de población autóctona para cubrir las ofertas de trabajo más penoso o peor pagado y la atracción que generan para quienes buscan un empleo una sostenida situación de bonanza y solidez económica.

A esta teoría le ha puesto las últimas cifras el índice Manpower, que patrocina esta empresa privada de colocación y que dirige el catedrático de la Universidad Autónoma de Barcelona Josep Oliver. Acotado el fenómeno de la inmigración al periodo 1995-2005 se han podido concretar, con precisión, varias realidades que han desembocado en que hoy los inmigrantes ocupan, en el conjunto de España, dos de cada tres nuevos puestos de trabajo que se crean.

En el periodo 1995-2005 se han sumado dos fenómenos distintos. Hasta el 2000, la economía española cubrió buena parte de los puestos de trabajo con la reducción del paro estructural y la incorporación de más mujeres en el mercado laboral. Y a partir del 2000, el índice de ocupación ha sufrido un cambio exponencial, que en un gráfico tomaría la forma de una L. Siete comunidades autónomas --Baleares, Cataluña, Valencia, Murcia, Madrid, Canarias y La Rioja-- han concentrado progresivamente toda la nueva mano de obra, hasta sumar, hoy, 3,8 millones de nuevos ocupados. Como contraste están las cifras de porcentaje de población inmigrante en edad de trabajar respecto a la autóctona. En un extremo, esa proporción supone 20 de cada 100 trabajadores con empleo en Baleares, frente a los solo 3 de Extremadura. En este sentido, la región extremeña solo generó 4.000 empleos para la población inmigrante, de los 83.000 que se crearon entre 1995 y 2005.

El desequilibrio entre empleo y población inmigrante es un dato que debería preocupar, porque viene a significar que el desempleo no se reduce ni siquiera en periodos de auge económico como el que se está viviendo en los últimos años en España. Lo más elemental es preguntarse por la falta de incentivos --bastaría con conectar los distintos servicios de oferta de empleo-- para fomentar la movilidad de la mano de obra española. El autor del informe en que se basan las estadísticas aquí señaladas apunta a que en los próximos años Extremadura deberá recurrir a la fuerza laboral inmigrante, cuando en la región se empiece a notar los efectos de la caída de la natalidad de hace 20 años.

De otro lado están los abusos sobre los trabajadores inmigrantes por parte de los empleadores desaprensivos, para los que aquéllos son simplemente mano de obra barata. Los sindicatos ya han alertado sobre la necesidad de vigilar el fraude de contratación que deriva en riesgo de accidente laboral. Es una medida acorde con la preocupación por los índices de mortalidad laboral.