Sólo faltaba un trágico terremoto para añadir más drama y miseria a un país que vive sin vivir en él. El jefe del Estado argelino, Abdelaziz Buteflika (Telemcén, 2-3-1937), no ha tenido un respiro desde que en 1999 ganó las elecciones presidenciales con el 73,7% de los votos.

Buteflika --unos de los forjadores de la independencia de Argelia en 1962 combatiendo durante seis años contra Francia-- recibió una ominosa herencia de su antecesor, Liamin Zerual. La guerra civil de siete años en que derivó en 1992 la disolución del Frente Islámico de Salvación (FIS) para impedir que gobernase tras su victoria en las urnas dejó más de 100.000 muertos. Además, el régimen militar le legó una agricultura incapaz de garantizar la mitad de las necesidades y una deuda exterior de 30.000 millones de dólares (las reformas impuestas por el FMI comportaron el cierre de un millar de empresas públicas).

Lo primero que intentó Buteflika fue pacificar el país con una ley del perdón que supuso el indulto de miles de presos fundamentalistas y el abandono de las armas por parte del FIS. Pero, en mayo del 2001, estalló el conflicto de la Cabilia, en donde los bereberes se levantaron para reivindicar el reconocimiento oficial de su lengua y la salida de la pobreza. La represión causó decenas de muertos y centenares de heridos. Un terremoto detrás de otro.