WEwl Ministerio de Sanidad y la Junta de Extremadura han dado a conocer datos sobre el aborto en España y en la región que indican que la sociedad se encuentra ante un drama que va en aumento. En España, el incremento de la tasa de interrupciones voluntarias del embarazo fue de más del 6% en el 2004 en relación al año anterior, mientras que en Extremadura el incremento fue del 30% en el mismo periodo. Si bien esta comunidad registra una de las menores tasas de abortos de España --sólo es menor en Galicia, País Vasco y Cantabria-- y, además, son más las mujeres portuguesas que las extremeñas las que acuden a las dos clínicas privadas de Mérida y Badajoz que los llevan a cabo, estas circunstancias no pueden servir de consuelo ante una práctica que, sean cuales sean sus motivaciones, siempre constituye un severo desgarro emocional para la mujer que la sufre. Por eso, de ninguna manera puede considerarse el aborto un método anticonceptivo más, y por eso, todas las acciones educativas y sanitarias en materia de sexualidad deben ir encaminadas a tratar de evitar la situación límite que supone abortar.

¿Qué es lo que pasa en nuestra sociedad, que se considera a sí misma como la mejor informada de la historia y que dispone, como en ningún otro momento, de métodos anticonceptivos seguros e inocuos, para que en el año 2003 abortaran 633 mujeres extremeñas y un año después lo hicieran 901? Seguramente lo que pasa es que no son efectivas, o no lo son cuanto debieran, las campañas de asesoramiento y la educación sobre sexualidad. Porque dos de cada tres mujeres que abortan en la región tienen un nivel de instrucción medio o universitario, lo cual pone de manifiesto que tienen a su alcance la información precisa para que no tengan necesidad de llegar a interrumpir el embarazo y no tener el hijo que no desean.

Pero otros datos, como que una de cada cinco mujeres que abortan es menor de 20 años, también dibuja un cuadro en el que se ve que demasiados jóvenes tienen unas ideas muy equivocadas de las trascendencias de las relaciones sexuales, trivializadas por accesibles. Tiene razón el director general de Salud Comunitaria de la Junta, Pedro García Ramos , cuando señala que si una joven se ve en la tesitura de abortar es que no han funcionado los mecanismos de prevención necesarios. Alguien tendrá que insistir más --en primer lugar, deberían hacerlo los padres con sus hijos-- en enseñar a practicar una sexualidad sin riesgos, porque de lo contrario el drama irá en aumento.

Seguramente, a raíz de los datos difundidos, surgirán voces impulsadas por motivos religiosos dignos y legítimos para tratar de alentar una legislación menos permisiva del aborto. El error de una política así lo demuestran las mujeres portuguesas: el aborto existe y, por desgracia, seguirá existiendo aunque se le prohíba, como ahora en Portugal. Por eso ante él lo único que cabe es prevenirlo y prevenirlo, y cuando la prevención no lo haya evitado, prestar a la mujer las condiciones sanitarias que no lo conviertan, todavía más, en un drama.