Unas horas antes de que un comerciante barcelonés recibiera la comunicación de que debería pagar 1.000 euros de multa por haberse retrasado la instalación de un cartel, donde sustituyera las palabras en castellano por el catalán, Montilla reconocía su error, su protagonismo al perder las elecciones, asumía la derrota, examinaba la proyección de las tonterías cometidas por el tripartito, que él presidía y, todavía, preside, a la vez que acusaba al PSOE, es decir, a su partido, de escasa comprensión con los socialistas catalanes, que, embarcados en la carrera bajo la consigna de "gilipollas el que sea menos nacionalista" han dejado al electorado sin saber quién era su padre, o mejor dicho, con la enorme confusión de si su padre es de Extremadura, de Murcia, de Soria o de Aragón, deberán ser multados o no, porque se van a morir sin hablar catalán correctamente.

Todavía no ha empezado la programación de la campaña de las autonómicas, pero en casi todas las agrupaciones regionales ya están ensayando lo de "Presidente, tú tienes mucha tarea, para qué vas a perder el tiempo, viniendo a las elecciones. Tú, compañero presidente, quédate en la Moncloa, sigue iluminando con tu faro al resto de España, pero no vengas a quitarnos votos de los municipios y de las autonomías, porque cada vez que aparezcas se van a acordar del primo que está en el paro, y del cuñado al que le has quitado los 420 eurillos que le permitían con ayuda de los tíos, no quedarse sin comer, y nos vas a joder los pocos votos que todavía nos quedan, compañero, presidente, compañero".

Y Montilla tiene razones porque le puso los cuernos con Mas , al que ahora volverá a engañar, y le prestó un ministerio donde alcanzó su nivel de incompetencia, y chocó con Pizarro , aquél tipo que dijo lo que nadie quería escuchar y que Solbes rebatió con maestría y cinismo para ayudar a Zapatero que, luego, le dejó en el ridículo con lo mayor que es ya Solbes y su prestigiado currículo. Se abre la temporada del lamento.