TAtnadie se le escapa que Podemos consiguió un claro y rotundo triunfo en las pasadas elecciones autonómicas: logró tener presencia en todos los Parlamentos autonómicos con un escaso año de vida. A nadie se le escapa tampoco que esta formación está compuesta en gran parte por gente que se encontraba ajena a la política institucional, personas corrientes que participaban de forma activa en movimientos sociales y que, fruto de la coyuntura económica y social, habían adquirido un gran protagonismo en las calles reivindicando una sociedad más justa e igualitaria. Podemos consiguió en nuestra región romper la dinámica política obteniendo seis diputados para defender un discurso social opuesto a los recortes y al austericidio que otros partidos han ejecutado.

Entrar en las instituciones ha sido un objetivo conseguido, que parecía inalcanzable cuando la gente se reunía en las plazas a debatir cómo sería nuestra democracia si el espíritu del bien común fuera asumido por los representantes políticos. Podemos ha entrado en las instituciones y ahora nos enfrentamos a un reto mayor: cambiarlas, hacerlas transparentes, más participativas y participadas. Que estén al servicio de la gente.

Sabíamos que no sería fácil, que nos enfrentábamos a una maquinaria institucional compleja y anquilosada, que corríamos el riesgo de ser absorbidos y dejar de tener la perspectiva suficiente para entender que éramos una mera herramienta de cambio y no el fin último. Pero, ¿cómo llevar la participación social, sus múltiples formas de organización y expresión a las instituciones? ¿Cómo gestionar esa marea de ilusiones, propuestas y opiniones para traducirlo en políticas públicas para el pueblo hechas por el pueblo? ¿Cómo hacer a la ciudadanía corresponsable de las políticas que se aplican?

XABRIR LASx instituciones a la ciudadanía choca de frente con la esencia propia de las mismas, concebidas para trabajar en la opacidad, alejadas de la gente y donde las decisiones tomadas son difícilmente rebatibles. Los colectivos o personas que quieren debatir algo en la Asamblea tienen que realizar una terrible peregrinación por los grupos parlamentarios para que alguno asuma sus reivindicaciones como propias. Algo que consideramos una perversión del sistema que propicia el clientelismo, uno de los grandes males de esta tierra.

"Esto se ha hecho siempre así", es una de las frases que escuchamos cuando planteamos en la Asamblea alternativas que consideramos lógicas. Escudándose en la profesionalidad, la seriedad y el cumplimiento expreso de la ley y la garantía del Estado de derecho, la vieja política sigue perpetuando unas instituciones ineficaces y exclusivas que difícilmente pueden ser el reflejo de las demandas de una ciudadanía cada vez más consciente de la necesidad de un verdadero cambio que redunde en un mayor poder popular.

Un ejemplo de lo complicado que es conjugar la participación social con los esquemas institucionales son los tiempos estipulados para hacer modificaciones a las propuestas que realizan los grupos parlamentarios. Tres días es el plazo instaurado para poder estudiar una propuesta y realizar enmiendas, un tiempo claramente insuficiente para desarrollar un proceso participativo, lo que genera una disfunción entre nuestra forma teórica de trabajar y a la que nos vemos abocados finalmente.

Otra de las deficiencias es la ineficacia de las propuestas de impulso que se defienden en los plenos, herramientas que no pasan de ser una carta a los reyes magos, instando al Ejecutivo a realizar algo que no es vinculante y que vemos cómo se suelen quedar en papel mojado.

Podemos ha propuesto una reforma del reglamento de la Asamblea de Extremadura basado en: participación de la sociedad civil, transparencia, control ciudadano de la actividad parlamentaria y de los representantes, así como potenciar la capacidad de actuación de los grupos parlamentarios minoritarios como fiel reflejo de la diversidad de la sociedad.

Lograr un reglamento que refleje la esencia de estos pilares será un gran paso para romper esa brecha que venía agrandándose entre la ciudadanía y sus instituciones. Será una fantástica oportunidad para demostrar que la existencia de Podemos mejora la calidad de nuestra democracia.