Y si sucede esta noche? Ese es el eslogan con el que una marca de no sé qué bebida trata de seducir a su clientela. Y la verdad que no está mal pensada. El que la ha diseñado conoce a la perfección el talante humano. Detrás de esa sencilla pregunta se esconde un mundo: el aburrimiento. Porque la mayoría de la gente sale de casa precisamente a la búsqueda y captura de algo que lo haga vibrar, que lo desenfunde de su encorsetado traje de hastío. Salimos a la calle azuzados por el aburrimiento. Ese es el reclamo. Quien más y quien menos ha pensado en alguna ocasión que quizás detrás de una esquina, en la barra de un bar, en el supermercado, iba a encontrarse por fin con ese episodio tan soñado que sazonaría su vida. Solo que los años te van poniendo en antecedente de que la vida no es más que lo que es, y te acabas cansando de esperar. Al menos de esperar lo que no tiene sentido, lo fantástico, lo sobrenatural, lo extraordinario. A eso se le llama madurar, y es lo que diferencia a los adultos de los niños: para ellos cada hora es un descubrimiento.

Decía Bertrand Russell que el aburrimiento es un deseo frustrado de que ocurra algo, aunque este algo sea desagradable, algo que permita distinguir un día de otro. Lo contrario del aburrimiento no es el placer, sino la excitación. Lo que pasa es que el hombre que no está infantilizado busca la solución a sus horas de tedio en cosas productivas, en lo que pueda hacerle mejor persona o, cuando menos, aquello que le haga comprender óptimamente el mundo que lo rodea. Quizás por eso Russell distinguía dos clases de aburrimiento: el fructífero y el ridículo. Pues bien, yo creo que nos estamos decantando por esta última.

Está claro que vivimos inmersos en una sociedad en la que tiene razón el que paga y, hoy por hoy, el que paga es la gran mayoría, esa masa deforme, sin opinión propia y sin escrúpulos, que trata de matar el aburrimiento con todo lo que le provoque excitación. Para ellos los programas televisivos; para ellos los discursos electorales; para ellos las películas y las emisoras de radio. La gran masa aburrida ha conquistado el mundo.

Son estos aburridos los que se tronchan de risa mientras pasan de mano en mano las fotos que algún desalmado ha colado a traición por internet para empujar el honor de un puñado de personas que no tienen enemigo del que defenderse. Los que se dan con los codos cuando se cruzan por la calle con una de las víctimas, colocándose así del lado de los tibios y de los cobardes. Son estos aburridos, estos hastiados de sí mismos que buscan excitación en los recovecos de las vidas ajenas, los que han conquistado el mundo. Estarán de enhorabuena, porque entre los programas que les ofrece la televisión y las ocasiones que las nuevas tecnologías ponen al servicio de los mangantes, no les quedará un minuto para el aburrimiento. Da miedo pensar que el voto de cualquiera de estos tipos vale lo mismo que el de un Bertrand Russell . Puede que el mundo cambie, pero no sucederá esta noche.

*Escritor