WCwrea muchísima inquietud saber que unos veinteañeros españoles presuntamente se han dedicado a violar a niños de entre 1 y 9 años, y a difundir luego sus agresiones a través de internet. Uno de los tres jóvenes detenidos accedía a los niños ofreciéndose como canguro. Dentro de la misma redada, dos adultos están en manos de la policía por reenviar estas imágenes y las de otros abusos al mercado pederasta.

La facilidad de intercambiar imágenes y el aparente anonimato que proporciona internet facilitan la actuación de estos pederastas. Pero, al mismo tiempo, la red ofrece paradójicamente la posibilidad de descubrir abusos que de otra forma podrían quedar impunes. En cualquier caso, el hecho de que poseer y distribuir material pornográfico sobre menores sea un delito perseguible en España está siendo un instrumento útil para la lucha contra estos abusos.

Casos así hacen difícil evitar que la desconfianza envenene la relación de las familias con quienes entran en contacto con sus hijos. Pero, al igual que sucede con los temores ante las nuevas tecnologías, la reacción debe ser de vigilancia, no de psicosis. Y de prudencia no pasiva ante cualquier indicio de encontrarse ante este tipo de delitos.