En este periódico he leído con interés la noticia del plante de unas personas en el bus por causa de la imposibilidad de acceder al mismo con su scooters motorizados. En este sentido, ha habido declaraciones de todas las partes, empresa autobuses, afectada y ayuntamiento. Argumentos a favor de sus posiciones. La cuestión de esas razones, tiene que ir irremediablemente unida al hecho de las dificultades que tienen aquellas personas con discapacidad para hacer uso a los servicios públicos. Es el peaje que parece siempre se ha de pagar a aquellos que son diferentes. Esto es lo que resulta siempre difícil de entender, tratar de conciliar el concepto de la igualdad y la dignidad frente al que es diferente. España ha firmado toda una serie de convenios internacionales, ya incorporados como derecho interno bajo el compromiso de la no discriminación por razón de condición -física o síquica- respecto de unos ciudadanos en relación a otros. Y que esa situación de discapacidad nunca pudiera ser causa de discriminación. Pues bien, el propio texto constitucional así también lo reconoce. Pero la verdad de la práctica es la de siempre el esfuerzo titánico por estas personas de hacer valer sus derechos, por su condición como un ciudadano más.

Parece haberse enarbolado el hecho de un cierto riesgo para el resto de usuarios del bus, frente al dejar entrar estos scooters motorizados en los referidos autobuses. Pero si esto es así, ¿qué alternativas les hemos de plantear? Porque de lo que nunca se trata es de referenciar la bandera de la no discriminación, y a las primeras de cambio todos parapetarse en argumentos que no son capaces de solventar el problema. Es lo de siempre, aceptar la realidad, pero residenciarlo en guetos. No se puede uno encoger de hombros y decir esto es así, y búsquese usted la vida como pueda. Sin tener la más mínima sensibilidad hacia los que son diferentes. Qué tipo de sociedad es esta, que proclama la dignidad del que es diferente, pero es incapaz de ayudarlos a salvar los obstáculos, que les describen esa diferencia. Una diferencia que se perpetúa porque no actuamos frente al hecho de facilitar esa integración. Porque la integración no se produce y nunca se producirá desde las trincheras de la lamentación, sino desde el compromiso de la integración.

Pues bien, ejemplos de estos, cuando una los lee en los medios de comunicación no puede por menos que lamentar lo sucedido, y evidenciar que el concepto de la dignidad de estos ciudadanos se la vea incautada por causa de no tener el compromiso decidido por salvaguardar la identidad e integridad del diferente.

¿Qué clase de sociedad es esta que trivializa con estas situaciones, contextualizándolas en un problema personal del que le afecta directamente, sin ni siquiera evidenciar capacidad para solucionarlo? Es lo que siempre a veces una tiene la sensación que los hándicaps que les aportamos a los diferentes, tienen más que ve con nuestra incapacidad para ser solidarios, que el compromiso y la determinación de las personas que luchan con su discapacidad, para que no les lastre como ciudadanos con derechos y que los quieren ejercer de la manera más clara y evidente posible.

Puede ser un ejemplo significativo el de esta semana y el de esta señora reivindicando su derecho al acceso a un servicio público, desde su scooter, evidentemente puede haber todo tipo de argumentos. Pero el que nunca puede valer es el de que por su condición de discapacidad, vea vulnerado su derecho al acceso a un servicio público. No puede ser que una sociedad que se proclama integradora con los que la conforman, vea lógico que esa discriminación se pueda dar, porque sí. Sin que ello suponga un ponerse todos a una en solucionar como integramos, y cómo no creamos guetos en los que se crea una especie de compartimentos estancos unos de otros. Los diferentes con los diferentes. Porque se trata de socializar todas las individualidades, y no al revés. No integramos con campañas de sensibilización a las que nos apuntamos todos. Si no con gestos que integran al diferente, porque sus derechos deben permanecer intacto al igual que el resto de ciudadanos. Se trata del concepto de la dignidad del individuo, todos tenemos los mismos derechos, sin distinción alguna. Y en este caso, no pongamos más dificultades a las que ya hemos de añadir en su día a día. O si no reconozcan los múltiples obstáculos que existen en nuestras ciudades y la accesibilidad de las mismas.