El segundo apagón de los canales de televisión analógicos, sustituidos por los digitales, está teniendo demasiadas incidencias. Los planes previstos por la Administración, y que afectaban a 119 poblaciones de la región, las cuales tenían que ir incorporándose paulatinamente a la tecnología digital, no se están cumpliendo, y eso que dichos planes, con nuevos plazos, se han revisado varias veces desde el pasado mes de diciembre.

La Junta de Extremadura defiende su actuación señalando que están haciendo "un esfuerzo titánico" para que todo transcurra con normalidad. Las intenciones no se discuten, pero también es difícil discutir que los resultados están lejos de ellas. Basta comprobar la cantidad de reclamaciones, incidencias, manifestaciones de mala recepción, incluso apagón total (es decir, poblaciones en que no hay TDT ni tampoco canales analógicos) que saltan a los medios de comunicación en cuanto se pide a los ciudadanos que cuenten cómo se recibe la televisión en sus localidades.

¿Ha habido suficiente capacidad técnica por parte de la empresa a la que se le dio el encargo de instalar las infraestructuras necesarias para hacer el tránsito de la tecnología analógica a la digital? Es una pregunta lógica que se desprende de lo que está ocurriendo. Si la respuesta es no, la Administración debería entonar su mea culpa, porque por mucho que se esfuerce el resultado siempre será insatisfactorio.