Después de su salida algo más que amarga del Ministerio de Asuntos Exteriores, a Miguel Angel Moratinos le quedará, al menos, la íntima satisfacción de saber que su sucesora en el cargo, Trinidad Jiménez, no se ha desviado de la línea que él, desde hace años, había trazado sobre la posición que debía mantener la Unión Europea hacia Cuba. En su estreno en sede comunitaria, la ministra consiguió que sus colegas europeos acordaran explorar vías de acercamiento al Gobierno de la isla. A tal fin, los ministros de los Veintisiete dieron el mandato a Catherine Ashton, la hasta ahora ensombrecida responsable de la Política Exterior comunitaria, para que inicie contactos exploratorios con las autoridades de La Habana.

Se trata, sin duda alguna, de un importante paso en las hasta ahora difíciles relaciones mantenidas por las dos partes. Un paso, sin embargo, que no significa que se haya alterado la llamada Posición Común, fijada en el año 1996 a petición precisamente del entonces presidente del Gobierno español, José María Aznar. De hecho, los ministros comunitarios confirmaron el lunes aquella postura, que se resume en supeditar las relaciones con el régimen castrista a que dé pasos hacia la puesta en marcha de un proceso de democratización. Pero la novedad está en la constatación de que algo se mueve en la isla. La liberación de más de 40 presos políticos desde principios del verano, el anuncio de que se preparan otras excarcelaciones, así como las reformas económicas adoptadas por las autoridades, obligadas, eso sí, por el desastre económico en el que el castrismo ha sumido al país, han sido vistos en Bruselas como unos pasos en la buena dirección que merecen ser explorados.

La decisión tomada por los ministros de exteriores de los Veintisiete se produce pocos días después de que el Parlamento Europeo concediera el Premio Sajarov, que reconoce la lucha por la libertad de conciencia y los derechos humanos, al disidente Guillermo Fariñas. Se trata de un explícito recordatorio del camino que todavía le queda a Cuba por recorrer.

La apertura por parte de la UE de una fase exploratoria será considerada por muchos, dentro y fuera de Cuba, por sectores disidentes y por presos excarcelados, y en España, por el PP, como una especie de traición y como un ablandamiento insostenible ante los Castro. Sin embargo, negarse a aprovechar las señales que vienen de la isla, aunque sean todavía algo brumosas e imprecisas, sería perder la gran oportunidad histórica de contribuir en la medida de lo posible a un proceso de reformas y a ayudar en una futura y deseable democratización.

Como bien dijo la ministra Jiménez en su primer consejo de ministros europeo, Cuba ha dado una señal. Ahora la UE debe responder.