Hay muchos modos de celebrar los aniversarios, pero el elegido por Acetre, para conmemorar sus 40 años de trayectoria, me parece el más acertado de los posibles. El grupo extremeño de folk bilingüe cuenta 4 décadas de vida, y para no echarlas en el olvido, ha querido festejarlas en los escenarios, junto a su público, y con la colaboración de cerca de 100 músicos y cantantes, que contribuyen a la reinterpretación de algunos de sus temas de siempre y al estreno de otros hasta ahora inéditos. El pasado viernes, pudimos disfrutar de su virtuosismo en Badajoz, y el próximo sábado podrán hacerlo en Cáceres. En Badajoz, consiguieron atestar el López de Ayala, y estoy seguro de que harán lo propio en el Gran Teatro de Cáceres. Porque este grupo, de raíces oliventinas, ofrece un espectáculo de sonido deslumbrante, con el paisaje de la tradición no al fondo sino bien en el frente. Y es un placer poder participar, aunque sea como público, de experiencias tan auténticas como las que se viven durante sus conciertos. Porque, en nuestros días, no hay mucha gente que sepa poner en valor las raíces musicales y los ecos de la tradición. Pero aún hay mucha menos gente capaz de hacerlo de un modo tan respetuoso y brillante. Y satisface poder contemplar y escuchar a músicos que aún vuelan libres, alejándose de la dictadura de la 'modernidad' con la que nuestra sociedad aniquila los talentos de quienes no circulan por la vereda señalada. Su concierto de aniversario, como la historia de cuarenta años que contempla el grupo, es un canto a la raíz sonora de nuestra tierra, a la hermandad, a la inclusión, al amor, a la libertad, a la verdad, a nuestras gentes, a sus fiestas, y a los cuentos y leyendas de ambos lados de La Raya. Si los sonidos pudiesen acariciarse, el tacto de la música de Acetre sería el de las manos, surcadas de vida, de nuestros ancianos. Pero, también, el del cabello inmaculado del niño que acaba de nacer. Y si habláramos del gusto, podríamos decir que su música sabe al zumo de las uvas recién pisadas, pero también a anís, a miel y a café de puchero. Su extenso repertorio consigue achuchar el alma y conmover, pero también pellizcar los músculos y excitar las ganas de bailar. Pensarán que es difícil generar tantas --y tan diferentes-- sensaciones y emociones al mismo tiempo. Pero les aseguro que es posible. Si asisten a alguno de los conciertos de Acetre, lo comprobarán.