WCw on la aprobación de la reforma de la sanidad, la figura de un Barack Obama condenado por muchos a pasar a la historia como un presidente bienintencionado y débil se ha crecido mientras aumentan los estadounidenses que ahora son favorables a la ley.

También crecen y se radicalizan los contrarios a la reforma, mandando al traste la aspiración que en un momento tuvo Obama, como candidato y en sus primeras semanas en la Casa Blanca, de buscar el consenso bipartidista entre demócratas y republicanos. La aprobación de la ley sin ningún voto de la oposición muestra el encono de un partido que todavía no se ha resignado a haber perdido las elecciones del año pasado.

Esta derecha republicana está sustituyendo la falta de un liderazgo claro por el movimiento asociativo más o menos espontáneo del Tea Party, y muestra lo peor de sí misma cuando recurre a la incitación a la violencia contra lo que califica de totalitarismo y de socialismo al estilo soviético que, en su opinión, sería lo que habría implantado Obama extendiendo la cobertura sanitaria a 32 millones de ciudadanos de los 46 que actualmente carecen de ella.

Que la reacción ante un ejercicio democrático, como ha sido la aprobación de una ley con todas las garantías del Estado de derecho, sea la de acosar físicamente a los congresistas demócratas que apoyaron la reforma y que estos hayan tenido que recurrir a la protección del FBI revela la deriva ultra de un sector del electorado estadounidense. Alimentar creencias como la de que Obama es musulmán, es el Anticristo y no es estadounidense y comparándolo con Hitler sería risible si no fuera por la carga de odio manipulador que esconde esta demostración de ignorancia y mala fe.

Otra arma de la derecha es la de interponer querellas contra el Gobierno federal por considerar que la ley atenta contra la libertad de los estados y de los individuos. Difícilmente estas querellas progresarán, pero sí permitirán al Partido Republicano mantener la máxima beligerancia contra la Casa Blanca a pocos meses de las próximas elecciones legislativas de noviembre.

A la pérdida sufrida en enero por el Partido Demócrata del escaño que había ocupado el fallecido Ted Kennedy podrían sumarse otras pérdidas considerables. Sin embargo, el radicalismo ultra puede acabar jugando una mala pasada a los republicanos, considerando que el extremismo nunca es la mejor carta electoral.