TLtas organizaciones de los trabajadores han sido siempre necesarias para evitar los abusos, tan frecuentes, contra los que se ganan el pan produciendo para de otros. También para los que lo hacen en la empresa pública, que aunque esté regida por representantes elegidos, a veces se comportan como celosos empresarios dispuestos a explotar a todos.

Cierto que algunos trabajadores no son responsables y actúan con perjuicio para el que arriesga desde la empresa su dinero. Y cierto también que otros piensan que la función pública no es un servicio sino que está para su servicio. Pero con la excusa de unos irresponsables se toma muchas veces la parte por el todo y se abusa desde el poder inmisericordemente. Desde la empresa privada y también desde la pública. Y uno puede entender que un particular pretenda enriquecerse a costa de lo que sea. Hay faltos de escrúpulos para todo. De ahí que la acción sindical sea tan precisa. Pero se entiende menos que unos ciudadanos que se deciden por asumir responsabilidades políticas sean tan o más cicateros que los empresarios privados. E incluso que persigan las actividades sindicales cuando están en el poder con el mismo entusiasmo con que las apoyaron desde la oposición, cuando no se baila al son de su capricho.

Y es menos comprensible esto cuando viene desde partidos de izquierda, que deberían velar porque se potencie el movimiento sindical en lo público en lugar de perseguirlo, de represaliarlo. Sí, muchos políticos a los que se le va la fuerza por la boca deberían mirarse en el espejo y sentir vergüenza de su inquina para con la labor, tan necesaria, de los que se dedican a la defensa sindical de los trabajadores hoy nuevamente caminando en negativo por la cuerda floja de la seguridad y la justicia laboral.

*Historiador y portavoz del PSOE en el Ayuntamiento de Badajoz