Las lágrimas que pronto aparecieron en su rostro son las mismas del niño que hace 22 años llegó a Barcelona con su familia desde Fuentealbilla, un pequeño pueblo de Albacete, y que lloró al quedarse solo en la Masia, la cuna de la cantera del FC Barcelona. Ese niño, con el tiempo, se convirtió en un futbolista legendario del club, cuya proyección ha ido como en pocos casos más allá del Camp Nou. Andrés Iniesta anunció, tras el entrenamiento y con la sobriedad y profesionalidad que ha marcado su carrera, que su futuro después del 30 de junio está en otro mundo, «en un lugar que no sea Europa» para no enfrentarse con el Barça. El hombre del gol de Stamford Bridge, el socio de Xavi y Busquets en la sala de máquinas del mejor Barça de la historia y de la Selección Española, ha decidido poner punto final a su triunfal etapa en nuestro país. Jugadores de su dimensión son dueños de su destino. Ellos son los que deben decidir cuándo se van. Iniesta lo hace en la cima cuando aún está reciente su majestuoso partido en la final de Copa. «Me conozco y creo que ha llegado el momento. Es ley de vida», sentenció ayer cuando está a punto de cumplir 34 años, después de 16 en el primer equipo, con 31 títulos, incluidas cuatro Champions y dos tripletes. Y, aparte del fulgor de esa repleta vitrina de títulos, la imagen de un futbolista ejemplar le ha acompañado en todos los campos, un jugador que ha paseado los valores del deporte por el mundo.