El veraneo político concluye de hecho este viernes, con el primer Consejo de Ministros tras las vacaciones del presidente y los ministros. Zapatero abandona La Mareta habiendo hablado bastante poco, y dicho bastante menos, durante su retirada agosteña. Ahora tiene ante sí los problemas de siempre más algunos que requieren una rápida solución: algun(os) cambio(s) ministerial(es), dar señales de vida en lo que respecta a la marcha (o no) de la negociación con ETA, afrontar la campaña catalana...

No, no va a ser este un curso aburrido, ni mucho menos. De hecho, y exceptuando el paréntesis de las elecciones municipales y autonómicas, donde lo más interesante va a ser la ´batalla de Madrid´, pero en las que nunca se sabe quién ha ganado globalmente y por cuánto, lo cierto es que Zapatero se juega, en los próximos cuatro o cinco meses, nada menos que su reelección en la presidencia del Gobierno. A menos, claro, que el PP siga ayudándole a quedarse.

Ignoro, por supuesto, el alcance y cariz de las meditaciones de Zapatero en La Mareta. El presidente sigue siendo, desde luego, el eje y el referente de toda la política española: casi no hay otro, dado el voluntario oscurecimiento de Mariano Rajoy, que ha pasado casi todo un mes de veraneo tradicional en su tierra, dando de lado a cualquier política de comunicación, y dado también el escaso perfil de la mayor parte de los otros líderes políticos. De manera que el enigma ZP se mantiene, ahora más que nunca: ¿qué ha ocurrido, qué está ocurriendo, en los entresijos de un verano en el que las noticias han sido, más o menos, ´las de siempre´, pero en el que ha sido imposible profundizar en las cuestiones latentes que son, al tiempo, las más candentes?

Poca gente está en el epicentro del conocimiento de ese complicado mundo --otros, despectivos, no lo creen tan complicado-- de la mente presidencial. Fernández de la Vega y Rubalcaba son dos ejecutores valiosos de las líneas políticas, y puede que asistan, aunque no siempre, a la mesa de las deliberaciones, cuando tal mesa está servida. Pero consta que la vicepresidenta se ha enterado tarde y mal de algunas decisiones de su jefe, y sobre Alfredo Pérez Rubalcaba sólo cabe recordar que conoció su nombramiento como ministro hora y media antes de que Zapatero lo anunciase por televisión. Al mismo tiempo, por cierto, que el ´número dos´ del PSOE, José Blanco.

Lo más cuestionable de Zapatero son ciertos asesores externos; con varios ha mantenido comunicación desde su retiro canario. Alguno quizá esté más cerca de los secretos del Estado que casi todos los ministros. Uno de ellos, con los pies de barro, estuvo en La Moncloa, de donde escapó, tras sembrar discordias, alegando falsos deseos de pasar a la vida privada, lo que no iba a cumplirse, claro. Otros acuden discretamente al palacio presidencial. A los más los llama ocasionalmente por el teléfono móvil, del que ZP es entusiasta adepto. Hay de todo en este grupo de influyentes, desde familiares hasta compañeros en la cancha de baloncesto, pasando por superfuncionarios crecidos en Moncloa, escritores curtidos en el nacionalismo, ex vecinos bien situados... y periodistas, por supuesto. Algunos carecen de los valores más necesarios para opinar sobre la marcha de la nación. Otros generan enemistades sin cuento para el inquilino de La Moncloa. Algunos son válidos. A todos les gusta más el poder que da la sombra que la futilidad de los focos.

También desconozco el peso que en el ánimo del hombre que retorna de La Mareta tiene todo este entorno, responsable de algún importante desliz económico, de algún logro político y de ciertas desavenencias internas. Veremos en qué para todo ello cuando ahora vuelven a ponerse a prueba el temple, la suerte y la capacidad de un presidente que, al menos en mi opinión, sigue siendo un gran desconocido en cuanto a sus presuntas virtudes y sus hipotéticos defectos. ¿Habrá habido este año espíritu de La Mareta? Estamos a punto de comprobarlo.

*Periodista