Adrien Brody (Nueva York, 14-4-1973) fue la doble sorpresa de los Oscar: ganó como mejor actor (nada menos que compitiendo con los ya oscarizados Nicholson, Caine, Cage y Day-Lewis) y se descolgó con un beso de tornillo en la atónita boca de Halle Berry, que acababa de leer la concesión del premio. El extraordinario intérprete de El pianista, subido en el escenario y abalanzado sobre la hermosa actriz, nada tenía que ver con el esquelético músico carne de gueto e ignominia.

"La belleza de mi profesión --ha dicho Brody-- radica en el cambio continuo de personajes. Odio el encasillamiento. Mi principal motivación es el riesgo". Ciertamente. El protagonista de Pan y rosas, de Loach, es de esos actores que viven al máximo sus papeles. Cuando Polanski le propuso encarnar a Wladislaw Szpilman, el joven Brody dejó su piso neoyorquino, su coche y su teléfono móvil, y se fue a Europa a rodar durante seis días a la semana (cuando libraba, visitaba el campo de concentración de Auschwitz). Además de perder 15 kilos por necesidades del guión, perdió a su novia. Nunca un Oscar se sudó tanto.

Brody debe la vocación artística a su madre, una fotoperiodista de origen húngaro. En la Academia Americana de Arte Dramático de Nueva York aprendió el oficio del que ahora, gracias a Polanski, ha logrado el primer gran beneficio.