XExn los dos grandes partidos hay ambiente de agitación y de necesidad de que alguien los tranquilice y devuelva una cierta paz interior. Son convulsiones distintas, variadas en grados y en razones. En el PSOE, la agitación la han venido provocando los catalanes del PSC , con Pasqual Maragall al frente, al poner sobre la mesa el debate del llamado modelo territorial y cómo financiarlo. El debate interior del Partido Popular es sobre su futura organización como partido, ante el congreso que debe celebrar dentro de pocas semanas.

El PSOE probablemente está comprobando un viejo temor: que las apetencias regionales pueden llegar a constituir un riesgo muy serio para la propia cohesión interna de los partidos. ¿Qué tienen que ver Juan Carlos Rodríguez Ibarra y Pasqual Maragall ? Ambos son socialistas, y de ese modo se definen, pero los deseos de que las respectivas regiones prosperen y afronten y resuelvan sus problemas los hace parecer adversarios irreconciliables. Rodríguez Ibarra no ha dudado en hablar de pillaje cuando se refiere a esos correligionarios que en los últimos días han llegado a plantear la necesidad de que los presupuestos generales del Estado les resuelvan su gran deuda acumulada por gastos sanitarios mal gestionados o más probablemente, más generosos de los que han tenido otras comunidades autónomas. O sea: los catalanes disponen de una sanidad más generosa ¿Y su sobrecoste lo vamos a pagar todos?, se ha planteado Rodríguez Ibarra , y José Bono , y Barrera , y Vázquez , entre algunos dirigentes socialistas no menos notorios.

En el fondo, esa clase de facturas han llegado después de que Maragall replanteara la gran teoría: Cataluña es una comunidad, nacionalidad o nación histórica, en modo alguno comparable con otras regiones que también han llegado a tener la consideración de comunidades autónomas, como Extremadura o Rioja. Pero desde el primer momento se veía venir: los planteamientos teóricos sobre la especificidad y singularidad de Cataluña iban a conducirnos a sus deseos irreprimibles de disponer de más ingresos, verosímilmente en perjuicio de alguna otra parte de España.

El debate interior del Partido Popular en esta hora de travesía de la oposición es mucho menos trascendente. Mariano Rajoy muestra su desagrado con José Luis Rodríguez Zapatero porque no resuelve de un plumazo, o con un grito, esas desavenencias internas de Maragall, Ibarra, Montilla, Bono, Vázquez . Y mientras tanto, hasta que se resuelven las cuestiones financieras, Rajoy se ve en la necesidad de ajustar la dirección del partido que heredó de José María Aznar . Y en primer lugar, situando a Aznar en algún sitio más digno del que estaba ocupando desde su derrota del 14-M: en la papelera o en el desván de los trastos inútiles. ¿Es utilizable Aznar en la dirección del Partido Popular? Mariano Rajoy ha venido demostrando que no coincide con muchos de los planteamientos de su antecesor, pero es también consciente de que no puede crear el precedente de que el antecesor será lapidado cuando le llegue la hora de la sucesión. Aznar va a ser recuperado para la dirección del Partido Popular, lo cual es todo un acontecimiento político de primera importancia.

¿Vuelven también con él los planteamientos que el propio Rajoy había decidido abandonar, como es el caso de la guerra de Irak, la reforma de la Constitución y los estatutos y una actitud y gesto un poco más amables con sus adversarios políticos?

*Periodista