TLtas grandes ciudades se han vaciado como si le hubieran quitado el tapón al desagüe: nadie sabe dónde están todos; la mayoría en la casa del pueblo, haciendo una vida naturista de comida en la viaja cocina de carbón y compras para toda la semana, mientras la solana da un respiro a esta España incandescente: la mayoría de los españoles creen que en realidad el mes de agosto es una siesta y que lo que ha ocurrido hasta ahora es una pesadilla que se desvanecerá cuando llegue septiembre.

Mariano Rajoy se ha despedido exultante por la absolución provisional de Valencia, cargando contra el prestigio de las instituciones, como si no hubiera memoria de Jesús Cardenal , como fiscal de cabecera de José María Aznar . Pero el PP en esto se equivoca: el recurso es una institución tan respetable como el sobreseimiento y la justicia a la medida sólo existe en los países en donde está en quiebra el Estado de derecho.

Septiembre promete ser complicado. Lo ha adelantado el Gobierno, previendo que el regreso coincidirá con un repunte del desempleo que ya no tiene forma de crecer más. Este país es así: muchos pequeños empresarios han echado la persiana en agosto sabiendo que no la levantarán más. Mientras los bancos, algunos bancos, con una frivolidad que les caricaturiza juegan con las hipotecas con suelo y con todo tipo de trampas para no bajar la cuota de la hipoteca.

Pero el esplendor de los grandes equipos y los grandes fichajes tapará toda la tragedia porque el Bernabeu y el Nou Camp tienen pan y circo para todo el pueblo que quiera pagar una entrada y rozar, a doscientos metros, a los virtuosos que mueven el balón como si fueran valores bursátiles. Pero mientras tanto, agosto ha caído a plomo para que la siesta nos permita creer que no pasa nada.