WEwl PP de Galicia anuncia que la rebelión de sus diputados en Ourense ha finalizado. Sin dar apenas precisiones, el barón orensano José Luis Baltar, que había amenazado con provocar una escisión, dice que el presidente de la Xunta, Manuel Fraga, ha accedido a sus reclamaciones. La trama de intereses que envuelve a los protagonistas de la crisis hacía prever que acabaría más bien con una componenda opaca que con una ruptura abierta entre un sector urbano bien relacionado con Madrid y otro, rural y galleguista, acusado de caciquil cuando no de corrupto, incluso por algún conselleiro.

Quien mantiene a flote a este partido, con contradicciones zurcidas en precario, es un Fraga que ayer tuvo un desfallecimiento en pleno discurso ante el Parlamento gallego. A sus 81 años, dice que se presentará a las próximas autonómicas, pese a no estar en condiciones idóneas. Ayer dio una clave personal y patética para hacerlo: "Cuanto más envejecemos, más necesitamos estar ocupados. Casi es preferible morir que arrastrar una vejez ociosa". Es respetable pensando en él, pero no lo mejor pensando en Galicia, que necesita un líder en condiciones de encarar los problemas sin su lógico agotamiento senil.