WLwa constatación de la magnitud de la agridulce victoria del PNV-EA en las elecciones vascas del pasado domingo --incluido el fracaso del lendakari Ibarretxe en sus objetivos de refrendar el plan soberanista y de gobernar apoyado en una mayoría absoluta-- condena al nacionalismo democrático a asumir la realidad, meditar sobre el nuevo escenario y discutir qué política habrá de desarrollar. Y no lo tendrá fácil Ibarretxe, candidato de un partido que ha recibido el mandato de gobernar pero que ha visto desautorizada su política.

Si el desconcierto del PNV, la novedad de EHAK y el ascenso socialista pueden ser largos de digerir, también es obvio que este Parlamento vasco abre muchas posibilidades teóricas --desde una alianza frentista vasca a pactos transversales--, pero pocas expectativas reales de salida de los problemas si no hay rectificaciones profundas. La dura factura de la etapa de choque total entre nacionalistas vascos y españolistas aconseja para ahora ensayar unas soluciones más complejas. Con todo, pensamos que cuanto antes se asuma que la solución más viable pasa por una complicidad entre peneuvistas y socialistas --compartan o no Gobierno--, será mejor para Euskadi y para sus ciudadanos.