Mil novecientos delegados de 140 países, se han reunido la semana pasada en Estocolmo, en la Conferencia Internacional del Agua, para estudiar estrategias que procuren una mejor gestión del agua dulce, y hagan frente a la carencia de este recurso.

Mientras que las perspectivas de disponibilidad de agua dulce son bastante pesimistas, y los científicos esperan que en los próximos 200 años, la escasez del líquido vital en el sur de Europa, Centro-América, el oeste africano, y el este de EEUU se agrave, debido al incremento de las sequías, a corto plazo el horizonte no es mucho más halagüeño, y todo parece indicar que el evidente aumento de la temperatura en el planeta, asociado al efecto invernadero , supondrá una mayor evaporación del agua, que alterará el ciclo hidrológico, provocando el aumento de las lluvias de invierno, en latitudes altas, e intensificando las sequías del 5% actual hasta el 50% para el 2050.

Para entonces entre 48 y 60 países sufrirán escasez de agua, lo que según los expertos, afectará entre un mínimo de 2.000 millones, y un máximo de 7.000 millones de personas. Esto es fácil de comprender si consideramos las cifras de aumento poblacional previstas, y tenemos en cuenta que el consumo de agua aumenta el doble que el número de habitantes, y así en el último siglo, la población mundial se ha triplicado, mientras que el consumo de agua se ha multiplicado por seis.

Con este panorama, y teniendo en cuenta que durante el siglo XX, ya han desaparecido la mitad de los humedales, se hace imprescindible el desarrollo de políticas que racionalicen el uso de agua dulce, cuyo consumo mundial se destina aproximadamente en un 74% a la agricultura, - según los informes manejados en dicha cumbre - frente al 18% utilizado en la industria, y el sólo 8% directamente dedicado al consumo humano, a pesar de las tremendas pérdidas frecuentemente sufridas por las canalizaciones urbanas, cuyo ejemplo más llamativo es Londres, donde, cada día, se despilfarran el equivalente a 300 piscinas olímpicas debido al deterioro de su red de abastecimiento.

Ojeando estos datos no es difícil comprender, el insoportable derroche que suponen los sistemas tradicionales de riego, con canales y acequias, para la agricultura, máxime si consideramos las crecientes necesidades de agua potable, alimentos, y energía para una población mundial que aumentará en un futuro próximo de 6 a 9 mil millones de personas.

XSE TRATAx de poner fin a la explotación insostenible de los recursos hídricos, diseñando estrategias de gestión, que permitan un adecuado abastecimiento, y un acceso equitativo a los mismos, haciendo posible los Objetivos del Milenio (ODM), por los que la comunidad internacional se propuso, reducir a la mitad el porcentaje de personas que carecen de acceso al agua potable, para el año 2015, lo que equivale a proporcionar el acceso a dicho bien, a 274.000 personas más, cada día, como recoge el Informe de las Naciones Unidas sobre el Desarrollo de los Recursos Hídricos en el Mundo..

Por lo que respecta a la Península, donde el agua tradicionalmente ha sido, fuente de conflicto entre vecinos, posteriormente, y a raíz de los trasvases, entre cuencas, y finalmente entre las comunidades autónomas, por la gestión de las cuencas que transcurren en su territorio, los embalses se encuentran a un 43,3 por ciento de su capacidad, siendo la situación más precaria la de los embalses del Segura, que se sitúan al 13.3% de su capacidad, y del Júcar en torno a un 15.3 por ciento, mientras que las cuenca del Guadiana cuenta con un 49%, la del Ebro con el 48.4%, la del Guadalquivir aguanta con sólo un 35.5%, y la del Tajo tampoco supera el 44,8% de su capacidad, con una cantidad de agua embalsada en Buendía y Entrepeñas, casi al límite, de la que la ley marca, para permitir la trasferencia.

Por otro lado, tampoco es muy afortunada la situación de nuestras aguas subterráneas, que utilizadas sistemáticamente como recurso, para atender los desequilibrios en la demanda, se amparan en la no retroactividad de la Ley de Aguas de 1985, para permanecen siendo de titularidad privada.

Llegados a esta situación, y con la evidencia de que el consumo podría reducirse casi a la tercera parte, si se racionalizara el riego, y se evitaran pérdidas en las canalizaciones, los expertos recomiendan aplicar ciertas medidas estratégicas de ahorro en los regadíos, como el riego por goteo, que permite el control "inteligente" del nivel óptimo de humedad, llegando a reducir el consumo hasta en un 60% con respecto al riego por gravedad; o la utilización del las aguas residuales urbanas, previo tratamiento, que sirve además como abono para el campo; y en cualquier caso, por estas latitudes, el sentido común nos muestra desaconsejable aquel antiguo refrán que rezaba: "agua que no has de beber, déjala correr".

*Profesora de Secundaria