XSxin duda que la economía de mercado es un eje básico para el desarrollo de los pueblos. La historia reciente ha demostrado hasta el apabullamiento el agujero negro en el que fueron sumidos muchos pueblos por las rigideces de las llamadas economías socialistas, practicadas por los países comunistas. Aunque fuera un ayer, tan lejano y tan próximo, en cualquier caso ya es historia. Pero el fracaso del modelo alternativo no debe impedirnos reconocer los elementos de riesgo social que son intrínsecos al sistema, a nuestro sistema económico actual.

En una economía mundializada, con unas posibilidades de utilización de las más avanzadas técnicas de producción en prácticamente cualquier parte del planeta, la competitividad de al menos una parte del sector industrial de la Europa avanzada comienza a resentirse. Las reacciones para conjurar el problema por parte del empresariado están siendo en todos los sitios las mismas: precarización del trabajo, externalización de los costes empresariales, ajustes drásticos de plantillas, adelgazamiento del sector público y deslocalización empresarial.

En una generación se ha pasado de la aspiración a un trabajo sólido y para toda la vida, a tener como un horizonte bondadoso siete empleos de media, y esto para la generación más preparada de nuestra historia. Es difícil saber si esto es mejor o peor en términos globales económico-sociales, pero en cualquier caso al mercado del trabajo, ya resentido por la competitividad universal, se le añade un exceso de oferta que tiende a precarizarlo aún más. En este marco los sectores públicos industriales han sido laminados y lo poco que resta o se ha creado, se debe en general a necesidades instrumentales de las administraciones y en algún caso muy especial a muy singulares razones sociales. Y a pesar de ello, los trabajadores de las empresas públicas han salido mucho mejor parados que los reconvertidos forzosos del sector privado. El clamor de los trabajadores de Izar conmueve, aunque no a todos por igual; la lucha probablemente sea larga y dura, pero el desenlace previsible dejará muchas insatisfacciones.

Tampoco esperen demasiadas compresiones de la ciudadanía en su conjunto. Nuestra sociedad se encallece por momentos en estas cosas, hace mucho frío a la hora de buscar curro.

Como paradoja, pero también como ejemplo ilustrativo, uno de los astilleros de Izar está muy próximo a la triste ruta de las pateras. El número de inmigrantes clandestinos que pasen durante el tiempo que previsiblemente dure la movilización de los trabajadores probablemente duplique el número de los trabajadores de Izar, y de éstos más de la mitad se colocarán en el mercado negro del trabajo, y aún colocados su situación será mucho más mala que el peor de los trabajadores reconvertidos de Izar. Alguien puede sentirse ofendido ante la comparación, y ciertamente las diferencias por cualificación del trabajo son abismales, pero las cualificaciones profesionales son en nuestro sistema económico engañosas. ¿Cuántos titulados universitarios están subempleados, cobrando mucho menos que otros trabajadores manuales? Ya sabemos que no sólo de pan vive el hombre, pero al menos necesita pan. Las transversalidades del sistema son poderosas, así que al final, autóctonos, inmigrantes, legales y no legales, acabamos todos estando en la misma bolsa.

Así que la decisión de Zapatero ha sido una decisión valiente, recuerda salvando lógicamente las distancias, pero como metáfora vale, la gesta que escenificaba aquella magnífica película de Salvar al soldado Ryan , pena que en nuestro caso en el encuentro de Bruselas hayamos perdido la mitad de la tropa.

Problemas planetarios sin que funcionen las organizaciones mundiales son imposibles de resolver. Si la Organización Mundial de Comercio, el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional son tan eficaces, ¿por qué lo es tan poco la Organización Internacional del Trabajo?

*Ingeniero y director general de Desarrollo Rural del Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación