El derribo simultáneo de dos aviones hace una semana y, ahora, la toma de cientos de rehenes --niños, jóvenes y adultos-- en una escuela de Osetia del Norte demuestran que la república de Chechenia, con abrumadora mayoría islámica, constituye uno de los principales ejes y pretextos del terrorismo internacional.

Como antes hiciera Bush en EEUU, el presidente ruso, Putin, explica que su país está siendo atacado en una guerra sin adversarios visibles ni frentes precisos. El conflicto debilita a Rusia, pero la brutalidad de los atacantes repugna al mundo civilizado y permite al Kremlin denunciar un supuesto vínculo entre esos rebeldes y Al Qaeda. A partir de eso, las tropas rusas practican en Chechenia una represión ilimitada, vulnerando los derechos humanos y las leyes de la guerra, ante la cual Occidente cierra los ojos.

El terrorismo pervierte cualquier causa y los adeptos de la guerra santa islamista, en su ceguera suicida, empujan a sacrificar cada vez más la razón, los derechos y la libertad para reforzar la seguridad. Sólo cabe esperar que esta vez Moscú evite la tentación de liquidar por la fuerza, sin reparar en rehenes muertos, la atroz toma de este colegio.