La igualdad entre hombres y mujeres no puede ser sino consecuencia de la igualdad efectiva de los ciudadanos ante la ley. Salario igual a trabajo igual, igualdad de oportunidades, derechos idénticos... Otra clase de igualdad en las personas, tan disímiles por representar cada una mundos irrepetibles, se antoja imposible, si no, en lo tocante al pensamiento, a las aptitudes, a la expresión, a los hábitos, hasta indeseable. Las personas son, o deberían ser, distintas; la ley que articula su convivencia, igual para todos; y el ministerio de Igualdad, un recuerdo de fácil olvido. Mantener esa pamplina posmoderna que no sirve para que las mujeres ganen como los hombres, ni para rescatarlas del machismo que incluso tantas de ellas incorporan, ni para combatir su cosificación social, ni para nada, es, de una parte, un dispendio, de otra parte una innecesaria carnaza que alimenta a los sectores más obtusos y reaccionarios, y de otra, por último, una faena que se le hace a la ciudadana que atiende al nombre de Bibiana Aído .

Nadie en ese ministerio absurdo saldría airoso de la prueba, pero es probable que la actual titular del mismo ofrezca el perfil del que menos airoso podría salir de ella. Bibiana Aído, que posiblemente sea una bellísima persona, incurre en un trágico dislate: se lo cree. Es decir; se cree que con propaganda y burocracia, que es de lo que se compone su ministerio vacío, puede hacer algo por la igualdad, y se emperra en amueblarlo con ideas y palabras que, en puridad, sólo se le podían ocurrir a ella, por mucho que, en efecto, los cuentos infantiles tradicionales sean bastante siniestros. Todo el mundo dice tonterías, e incluso la mayoría las hace, pero Aído ha venido a representar el papel de la tontería por antonomasia, y todo para que la carcundia se desopile y para que la gente crea que eso de la Igualdad es una chorrada.

Reducir la Igualdad, fundamento de la más bella utopía junto a la Libertad y a la Fraternidad, al sexismo, ya tiene delito, pero montar con ella un ministerio y poner de jefa e ideóloga a Aído lo tiene, si cabe, más.