Si el Gobierno tiene motivos para creer que no va a poder garantizar la actividad aeroportuaria durante las navidades, es plenamente aceptable lo que ha hecho: pedir que se prorrogue el estado de alarma. Lo que no se entiende tan bien es por qué se lanzó a recortar los privilegios de los controladores sin tener en su mano todos los instrumentos necesarios para ganar esa batalla. Porque esa incapacidad está generando la sensación de que el Estado se encuentra en una situación que Javier Pradera ha calificado de "indefensión política".

Lo peor es que algo parecido se percibe en el terreno de la crisis económica. Porque lo que parece cada vez más claro es que la Moncloa carece de cualquier iniciativa política en la materia, que está desnuda ante el poder de los mercados. Que tampoco es que le marquen claramente la senda que tiene que seguir --eso sería algo si condujera a alguna parte--, sino que sencillamente lo batuquean sin mayor consideración y, además, sobre los hombros de la parte más débil de la sociedad.

El martes por la mañana, el Tesoro Público vendió títulos de deuda a un precio cuatro veces superior al de hace 11 meses. Por la tarde, la agencia Moody´s anunció que va a rebajar la calificación de nuestra deuda, lo cual encarecerá aún más las emisiones. Frente a esa escalada, que podría conducir a la intervención de nuestra economía y a más palos para nuestra gente, lo único que se le ocurre al Gobierno es acelerar la reforma de las pensiones. Porque así se lo han pedido los mercados, y los bancos --de Londres, de Fráncfort y de Madrid--, sin ofrecer garantía alguna de que vaya a acabar con el tormento.

Es muy probable, tal vez seguro, que España no se encontraría en esa situación, de indefensión o, al menos, esta no sería tan agobiante, si las cosas se hubieran hecho de otra manera en el pasado. Pero de poco vale darle vueltas a eso ahora. Nuestro problema es que el Gobierno no puede seguir mucho tiempo inane. Ni la oposición en silencio complacido porque los males de su rival le aseguran cada vez más el poder. Algo tiene que pasar. Esperemos que sea lo menos malo.