Escritor

No tiene número este capítulo, que es para ponerles en antecedentes de los devaneos de mi amigo, el de los 82 años. Después de pagarle el recibo de la luz a su amada, ha tardado como 20 días en volver a verla. Algo pasa, porque 20 días sin contarme, algo ha debido suceder. Por fin llega hoy después de tomarse la tensión (11,5 y 7) y está como un recién nacido.

--Estoy como Bush...

--Es decir, en pie de guerra...

--Pero menos...

--¿Y de Mariflor, qué...?

--Ayer estuvo en casa. La llamé que le había comprado unas alas de pollo y un queso.

--¿Y se presentó?

--Despampanante. Nada más entrar nos abrazamos. Pero claro, nos abrazamos sabiendo yo que Petra había bajado a por la fruta y que Mari Jose estaba al llegar de la universidad.

--Bueno y qué.

--Detrás de la puerta le desabroché el tontillo...

--¿Y qué es el tontillo?

--La blusa, que no parece usted autor de teatro... Dios mío, qué dos melonares de cuarenta abriles cada uno... Me lancé sobre ellos como los scud de Sadam Husein.

--Pero, y qué más...

--Coño, don Manuel, que parece que me está usted confesando...

--Oye, que eres tú el que vienes a confesarte.

--Es que lo que pasa es que no estoy tranquilo, porque estas cosas o se hacen tranquilo o no se hacen. Y mi hija, en la peluquería de abajo...

--Así no vamos a poder hacer nada, le dije un poco cabreado...

--Ya, pero eso no es lo peor...

--Joder, parece usted George Bush...

--Lo peor fue que cuando le fui a dar las alas de pollo, Petra las había puesto con tomate.

¡Jubilados del mundo! (Continuará)