La nueva alcaldesa de Albalá, Pura Moreno, que llega a la Presidencia de la Corporación después de que hayan renunciado a suceder a su antecesor, Jesús Pascual, la primera teniente de alcalde, Julia Fernández, y el segundo, Joaquín Barrantes, pronunció unas breves palabras al acceder al cargo en las que conviene detenerse porque son reveladoras del proceso que ha desembocado en la petición del almacén de residuos radiactivos para la localidad. Moreno dijo que en 48 horas recibió lo que tiene todos los visos de ser un curso acelerado pro-cementerio nuclear. Ella y el resto de concejales que apoya el ATC se ilustraron en este corto espacio de tiempo por medio de "las investigaciones de científicos, físicos nucleares, profesores de universidad, especialistas en radiología, medios de comunicación e ingenieros químicos". Con ese caudal de opiniones la nueva regidora de Albalá ha llegado a la conclusión de que la instalación "no supone riesgo para la salud". Nada de ilustrarse con la experiencia de otras instalaciones de este tipo ni de tener en cuenta el parecer de su propio alcalde, que ponía en duda esas tesis. Pareciera que Pura Moreno ha pasado por un proceso de conversión exprés. Un barniz nuclear.

El derecho de Albalá a solicitar el ATC no se lo discute nadie, pero lo que sí es discutible, y preocupante, es que a medida que pasan los días se asienta la primera idea de que Albalá se ha metido en la carrera por el almacén sin la reflexión reposada imprescindible que un asunto como este requiere; más bien se tomó la decisión acuciados por la fecha de cierre del plazo de presentación, a diferencia de otras candidaturas, como las de Ascó y Yebra, cuya decisión ha estado precedida de meses de discusión y reflexión sobre la disposición a acoger el almacén de residuos. Se podrá estar de acuerdo o no con el paso dado por estos dos municipios, pero no se les podrá achacar que no se han preocupado por recabar, con suficiente tiempo, la mayor información posible para formarse una opinión completa.

De igual modo, Moreno es menos rigurosa de lo que la ocasión merece cuando dice que el ATC "es lo que quiere el pueblo" y que si percibiera que el pueblo quiere lo contrario encabezaría la oposición a la instalación. Como se recordará, la ´opinión del pueblo´ se redujo a la reunión con representantes de algunas asociaciones locales previa al pleno del pasado 29 de enero. El resto es poco menos que silencio que, en un caso de la trascendencia de este no debería ser interpretado --mucho menos sin haber formado parte de ningún programa electoral-- como un modo de dar carta blanca a la corporación. Y respecto a su eventual cambio de posición "si percibiera que el pueblo quiere lo contrario", le faltó decir cómo percibiría ese cambio de parecer si no anunció ningún sistema para conocer la voluntad de los vecinos por un método más riguroso que el de la indeterminada ´percepción´. Albalá ha iniciado un camino para el que debiera haberse requerido una nítida y explícita voluntad vecinal. La nueva alcaldesa no lo considera así. Un error que debilita su propia opción.