Ada Colau , flamante alcaldesa de Barcelona, ha tomado ya bastantes medidas trascendentes en su democrática, tolerante y esperanzadora andadura. Y ha hecho gala de gestos que prueban cuáles son sus prioridades. Recibió al rey, eso sí muy sonriente, al contrario esta vez que Mas , transformada la expresión traviesa de este y sus constantes tocamientos al regio acompañante --¡qué plasta!-- por adustez, enfado y ceño altivo, tal vez por igualarse con el monarca que ni siquiera una vez le dispensó su atractiva sonrisa. Ada , al contrario, sonríe mucho mientras nombra asesor a su pareja, paraliza proyectos turísticos, planta a la ministra de Fomento, retira la estatua de Juan Carlos del salón de plenos del consistorio, ya que la Monarquía está "sobrerrepresentada" y se va a proceder "a revisar la iconografía y simbología" para recuperar la "memoria republicana" de la ciudad, anuncia que no asistirá a la misa de la Merced y prohíbe la eucaristía en memoria de los asesinados en Barcelona al inicio de la Guerra Civil.

"Aquella madrugada de diciembre, cuando fusilaron a los curas delante del hospicio, toda la calle se despertó... y las vecinas lloraban... Oíamos gritar a los vecinos. --Han matado a veinte curas. Los había muy jóvenes... en el hospicio... en el hospicio, ¡pobrecillos! Los han asesinado. Los rojos los han asesinado. --¡Calle, calle, pueden oírla los milicianos! --¡Es que ya son demasiados crímenes!" Así relata Terenci Moix en El día que murió Marilyn aquel episodio atroz de una guerra atroz.

Ada Colau se retrata prohibiendo rezar, precisamente en nombre de la memoria. A mí no me gusta ni chispa. Prefiero mil veces a Elena Nevado . Y agradezco a mis ángeles de la guarda particulares que me reservaran cuando era chica en la dorada y feliz Barcelona, adelantada a su tiempo, privilegiada por inversiones y capital humano llegado de todas partes de España, en particular de la Extremadura que tanto amo, e infraestructuras desconocidas entonces en el resto de la piel de toro, sobre todo al sur --que también-- existía, un futuro cacereño, español. Con respeto y con memoria.